(26 de mayo de 2012)
Península de Guanahacabibes
El oeste que se cuida y conserva
ROBERTO TORRES BARBÁN
En los inicios, la vida apacible matizó la cotidianidad de los habitantes originarios (recolectores, pescadores y cazadores) que le dieron nombre: Guanahacabibes.
Los guardabosques recorren varios kilómetros diariamente en su trabajo de cuidado y protección.
Medio milenio después, la región más occidental del archipiélago cubano no solo conserva su nombre aborigen, sino que también preserva casi en su estado natural los bosques, paisajes, y la valiosa flora y fauna que para orgullo nacional se atesora allí.
Desde el año 1987 la Península de Guanahacabibes ostenta la categoría de Reserva de la Biosfera, otorgada por la UNESCO, gracias a la riqueza de su biodiversidad y apreciados ecosistemas.
En la Península habita la iguana, especie protegida.
En esa apartada región donde apenas habita el hombre, hay 172 especies de aves, 11 de las cuales son endémicas y 84 migratorias. Asimismo, conviven venados, jutías, iguanas, y algunas de las más importantes especies de tortugas marinas.
CENTINELAS DE LA NATURALEZA
Ese tesoro, concentrado en el pinareño municipio de Sandino, se conserva natural gracias al esfuerzo de hombres y mujeres dedicados a su protección. Tal es el caso de los miembros del Cuerpo de Guardabosques, cuyo trabajo contribuye a mantener ese Parque Nacional entre las grandes reservas naturales de la nación.
Leonardo Castro Cordero lidera a estos abnegados trabajadores, por eso nadie mejor que él para resumir lo difícil de esa labor donde se recorren hasta 24 kilómetros diarios para cuidar la fauna silvestre y las numerosas hectáreas de bosques naturales que pueblan el lugar.
«Acá se pueden encontrar más de 500 plantas superiores, 14 de ellas endémicas». Algunos malhechores intentan lucrar para beneficio personal con algunos de esos árboles de gran valor económico como el cedro, la baría, la caoba y el ébano; y para impedirlo empleamos múltiples medios de vigilancia, protección y enfrentamiento. «La conservación de la biodiversidad del país constituye una de nuestras principales misiones».
Aquí no solo promovemos la protección de la vegetación contra incendios —como algunos creen— también nos consagramos al cuidado de las plantas, animales y ecosistemas de la región, añade Lázaro Izquierdo Camejo, uno de los guardabosques de este Parque Nacional, quien explica cómo una de sus misiones diarias consiste en velar por el cuidado de las cavernas y cenotes de la Península.
Algunos de esos sitios, como la Cueva de Funche, alberga restos aborígenes, mientras en otros existen los llamados peces ciegos del género Lucífuga, los cuales se derivan de ancestros marinos y habitan las aguas sub-terráneas del lugar.
Según explicó Izquierdo Camejo, los guardabosques también se enfocan en la lucha contra la caza furtiva «que algunos despiadados intentan llevar a cabo con animales protegidos como las jutías, perros jíbaros, venados, y cotorras, los cuales son azotados de manera especial en estos meses».
Los guardabosques también contribuyen al desove de la tortuga marina, en coordinación con estudiantes de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, junto a quienes desarrollan cada año y en temporada, múltiples acciones conjuntas para promover y garantizar la continuidad de esa especie.
Otra de las labores es la protección de las más de 120 lagunas ubicadas entre las ensenadas de Guadiana y Cortés, y los lagos El Pesquero, Algodonal y Alcatraz Grande, así como otros de menor tamaño.
La Península cuenta con cerca de 20 playas, que ocupan unos 15 kilómetros alrededor de la costa, a las cuales también protegemos de manera conjunta con los miembros de las Tropas Guardafronteras, aseveró el guardabosques Reynaldo Lachert Favelo.
Los bosques, playas, y animales que habitan la región se conservan gracias al trabajo del hombre que los protege; a pesar de que otros de su misma especie, pero diferente casta moral, se atreven a profanar sus espacios y lucrar de manera despiadada con ellos.
Y es que la tala de especies vegetales protegidas y la caza furtiva de animales en peligro aún es una práctica de malhechores que llegan hasta la región más occidental de la Isla en amenaza directa a la biodiversidad medioambiental. Para cerrarles el paso están los miembros del Cuerpo de Guardabosques, encargados de legar ese tesoro a las futuras generaciones, tal y como lo disfrutamos hoy; en su mejor estado: natural.