Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
El no reconocer que el estado liberal atraviesa una crisis mayor sin precedentes y sobre cuya salida hay una gran incertidumbre especialmente entre los políticos en cómo superarla, lleva a pensar en un escenario donde todo es posible y nada se debería descartar. En Chile esta distorsión adquiere singular relevancia porque el país ha asumido en las últimas tres décadas la intervención externa como norma para adoptar modelos de desarrollo.
En la década de los años 70 del siglo pasado, Chile se convierte en un país paradigmático por el intento de llegar al socialismo mediante la vía electoral.
La tesis de vía electoral al socialismo, que hay que atribuírsela a un grupo de comunistas encabezado por Luis Corvalán y al intérprete político mayor de esa odisea, Salvador Allende, convierte al proceso chileno en un ejemplo que llega a influenciar a las izquierdas en Europa. (Ver Enrico Belinguer. Reflexiones Tras Los Acontecimientos en Chile. 1973)
Con un gobierno asumido bajo la coalición de izquierda llamada Unidad Popular que encabezaba el socialista Allende, la reacción para derribar ese gobierno consistió en un golpe de estado el 11 de septiembre de 1973.
Perpetrado desde la Casa Blanca en complicidad del conservadurismo local y del capital internacional, este golpe es paradigmático porque constituye la presa mayor de un proceso que no podía continuar. América Latina como zona de “influencia natural” de Estados Unidos entraba así en dos décadas de dictaduras militares y el control hegemónico de Estados Unidos en colusión con las clases capitalistas nacionales.
Es la década de 1970 donde emerge Richard Nixon y su asesor Henry Kissinger y la mirada de la supremacía estadounidense gira hacia el Asia y acabar con la guerra en Vietnam. En 1973, cuando se urdió ese golpe pocos se imaginaban que en menos de 20 años la ex URSS colapsaba. Lo paradigmático del caso chileno es su significación global.
En retrospección, por la violencia desplegada para erradicar direcciones políticas y militantes de izquierda hasta el borde del genocidio, por el resultado final de esa guerra, la dimensión del crimen no tenía justificación alguna.
La historia del Chile paradigmático sigue. Al comenzar la década de 1980, en plena dictadura militar se instala el ajuste estructural a la economía y se convierte en el ejemplo a seguir de lo que se tituló después modelo neo liberal.
Termina la dictadura en 1989 y asume un gobierno democrático encabezado por una coalición de centro-izquierda que excluye deliberadamente a una parte de la izquierda que se opone tenazmente al modelo, más específicamente al Partido Comunista, la Izquierda Cristiana y sectores del socialismo radicalizado.
La idea central de esa centro-izquierda consiste en no transgredir los umbrales de tolerancia política que exige el capital internacional. Chile es el país emblema de la política de los consensos.
Simultáneamente se inicia una transición hacia la democracia y Chile se consolida como el país de los ejemplos. La transición chilena es observada mundialmente y líderes de países como Estados Unidos (Clinton, Bush), o España (González) la alaban. Políticos y funcionarios de los diferentes gobiernos de la coalición de centro izquierda que gobernó 20 años son requeridos por gobiernos y organismos internacionales para que expliquen en qué consiste el modelo chileno de economía y su transición política.
El modelo comienza a estallar por el lado de la educación, de la desigualdad, de la falta de legitimidad en la representatividad política y cada vez más se palpa que el país socialmente se ahoga en un mar de contradicciones y problemas no resueltos.
Han pasado más de dos décadas y Chile se encuentra administrado por uno de los gobiernos más derechistas y regresivos en materia social que se tenga memoria, solo comparable al de la dictadura militar. Hay muchos que sostienen que la dictadura militar inclusive adoptaba una postura más populista para amortiguar las violaciones a los derechos humanos.
El golpe de estado a Fernando Lugo en Paraguay, así como la virulenta propaganda anti izquierdista contra Andrés Manuel López Obrador en México, más las manifestaciones del pinochetismo que no cede en Chile, incitan a revisar la tesis banal del “Nunca más un golpe de estado en América Latina”.
Más que tesis, la frase antojadiza surge de políticos eufóricos al calor de la apertura de los mercados internacionales y los tratados comerciales para formar una compacta zona de libre comercio en el hemisferio occidental. El empeño está asociado a mantener democracias funcionales a lo que terminó llamándose modelo neoliberal en el fondo impuesto para detener cualquier atisbo de insurrección o desviación de la paz indispensable para consolidar el mercado internacional
Este proceso se desarrolla en gran magnitud en la década de 1990 para darle continuidad y consolidación al proceso de ajuste estructural a las economías, que conlleva el “prurito” de privatizar servicios públicos, recursos estratégicos y desmantelar funciones de protección social en el estado. ´
Lo paradigmático de Chile se confirma en el tipo de interpretación de los problemas que surgen acerca del modelo económico. Se habla que el modelo se desplomó y se evita deliberadamente hablar de que es el estado liberal el que atraviesa una muy profunda crisis.
El estado (liberal) se traicionó a sí mismo en la década de 1980 por salvar al capitalismo global y al mismo tiempo destruyó sociedades que cuesta una enormidad reconstruir. La señal de cómo salir de la crisis no es clara. Chile ha navegado sus paradigmas entre la revolución y la reacción y ahora enfrenta el espejismo del “nunca más”.
Deja una respuesta