
Guillermo Navarro Jiménez (especial para ARGENPRESS.info)
1. El entorno del Presidente Correa tienen una percepción equivocada sobre el rol que podría jugar la oposición de lograr una mayoría en la Asamblea Nacional, puesto que presuponen que su acción se limitaría a derogar o a expedir leyes contrarias al proyecto político en marcha. Este percepción, sin lugar a duda alguna, es equivocada, puesto que olvida que en la actual coyuntura política de América Latina las Asambleas o Congresos Nacionales, controlados por la oposición, se revisten de una mayor agresividad política en los países progresistas de América Latina, al asumir como su principal objetivo político la destitución de los Presidentes, como lo demuestran fehacientemente los casos de Honduras y Paraguay.
La estrategia política resultante de la perspectiva equivocada antes mencionada, determina que el entorno presidencial, proponga y trate de blindar al Ejecutivo ante la eventualidad de que la mayoría de la Asamblea Nacional sea captada por la oposición y que emprenda en la tarea que presuponen los asesores de Carondelet: la derogatoria o la expedición de leyes adversas al proyecto político. Estrategia política que se limita, entonces, a demandar que se extienda el derecho al veto presidencial a la Ley Orgánica de la Función Legislativa, e incluso a las interpretaciones a la Ley, atribución privativa de la Asamblea Nacional, todo ello con el aval de la Corte Constitucional. Corte que no dudó un instante en desestimar el procedimiento establecido y aceptado por el Ejecutivo para la aprobación y puesta en vigencia de la Ley Orgánica de la Función Legislativa, y, que previsiblemente tampoco dudará en adoptar una decisión inconstitucional respecto a la interpretación de las leyes, atribución que, como quedó dicho, es privativa de la Asamblea Nacional de acuerdo a lo que dispone el artículo 120, numeral 6 de la Constitución de la República, que estable entre las facultades de la Asamblea Nacional : «Expedir, codificar, y reformar y derogar las leyes, e interpretarlas con el carácter generalmente obligatorio».
2. Las limitaciones de la percepción y de la estrategia expuestas en el numeral 1 inmediato anterior, sólo son explicables si se sustentan en otras percepciones erróneas:
a. La certeza de que Alianza País lograría mayoría en la Asamblea Nacional, por el impulso que generaría la candidatura triunfante del Presidente Correa; y,
b. El asumir que el objetivo central de la oposición será el derrotar al Presidente Correa.
Esas percepciones son equivocadas, puesto que la primera no reconoce el impacto que genera la campaña permanente de la oposición sobre la concentración de poderes; el desgaste normal que produce el ejercicio del poder; los efectos adversos que la política de confrontación produce sobre las capas medias de la población ecuatoriana; el equivocado tratamiento de las contradicciones con los ex aliados; las inconsultas e inadecuadas decisiones adoptadas, principalmente en el campo laboral, etc. Por lo que es absolutamente improbable que se replique la experiencia de la campaña anterior, en la cual la presencia del candidato Rafael Correa fue suficiente para lograr una mayoría en la Asamblea Nacional, cuanto más que el objetivo central de la oposición será el tratar de alcanzar la mayoría en la Asamblea Nacional, sea en forma concertada o no, dada la precariedad de presentar, por una parte, un candidato de consenso entre todas las fuerzas de oposición, y, por otra, la inexistencia de un candidato a la presidencia que tenga la fortaleza política y electoral del Presidente Correa.
3. Una percepción igualmente equivocada para el logro de una mayoría en la Asamblea Nacional, elaborada sobre la base de sondeos sobre el potencial electoral de los actuales asambleístas de Alianza País, es la convicción de que un recambio, salvando a no más de una docena de los actuales asambleístas, podría permitir alcanzar una mayoría en el legislativo. Percepción que ha conducido a una estrategia política igualmente equivocada: desarrollar una campaña por parte del Ejecutivo, en estos últimos tiempos, para desacreditar a la Asamblea Nacional y, dado el carácter general que ha asumido esa campaña, desacreditar incluso a los asambleístas de Alianza País. Estrategia equivocada puesto que desestima el importante aval político y electoral que determinados asambleístas disponen por su acción en el actual período legislativo, que incluso podrían ser decisivos a la luz de la aplicación del método de Hont aprobado en la última reforma al Código de la Democracia. En consecuencia, lo prudente sería adoptar una estrategia política que establezca diferencias entre los asambleístas de Alianza país, y, entonces, proceder a fortalecer e impulsar las potencialidades de los asambleístas mejor posicionados para la reelección de acuerdo a los sondeos. La estrategia de dar un tratamiento generalizado, común a todos los asambleístas, no fortalece la posibilidad de lograr un mayoría. Por el contrario, la debilita.
4. Es igualmente ineludible advertir que si la estrategia para el recambio antes mencionado, como parece ya caminar por la esfera pública de Alianza País, es la de no tener reparos para acudir a personajes de la farándula, deportistas destacados o dirigentes deportivos -como señala la propuesta ya difundida públicamente al dirigente del equipo de futbol de la Universidad de Loja-, se despreciaría, una vez más, la imperiosa necesidad de: fortalecer la precaria coherencia ideológica y política de Alianza País; y, de contar con una direccionalidad estratégica que, como lo hemos reiterado en varias oportunidades, es indispensable para enrumbar a la Revolución Ciudadana por los senderos de la transformación. Direccionalidad estratégica que sólo se alcanza durante el ejercicio del poder político, cuando existe coherencia ideológica y política entre todos quienes adoptan decisiones, tanto a nivel del Ejecutivo como de legislativo. Bajo esa premisa la percepción de que es posible logra una mayoría legislativa y mantener una direccionalidad estratégica en un colectivo dispar ideológico y político, se vuelve inviable, y, consecuentemente, también la transformación demandada por la mayoría del pueblo ecuatoriano.
5. Finalmente no podemos abstraernos de considerar que existe la posibilidad de que los movimientos tácticos y las estrategias antes observadas no sean productos de errores, sino de una acción premeditada para conformar una asamblea con un conjunto de rastacueros mudados de color: del amarillo socialcristiano, del azul conservador, del verde democratacristiano, del naranja socialdemócrata, del rosado del niño candidato, al verde limón de Alianza País, necesarios para crear condiciones propicias para el golpe final. De ser ese el verdadero objetivo político, desde ya podemos pronunciar un amén por la Revolución Ciudadana, cuanto más si continúa, entre otras, la baja del precio del petróleo propiciada por la acción cómplice de los países petroleros árabes socios incondicionales del imperio que se oponen a una reducción de la producción; si se mantiene la renuencia de las empresas mineras a firmar los contratos que proporcionarían recursos financieros por el pago anticipado de regalías, resistencia que parece mantenerse a pesar del ofrecimiento efectuado en Bogotá por parte del viceministro Auqilla de eliminar el pago del diferencial de precios, a pesar de que los minerales son recursos naturales no renovables, y como si no fuera previsible una persistente y acelerada elevación del precio del oro, del cobre, de los minerales radioactivos o de las tierras raras, por el alto ritmo de crecimiento y la consecuente creciente demanda de los países emergentes y de la hoy ya principal potencia mundial: la República Popular China. Confluencia ante la cual los sacrificios personales, la visión social del Presidente Correa serán insuficientes para continuar en este proceso de modernización y «humanización» capitalista. Insuficientes para conservar los sueños y ensueños de todos aquellos que creen que transitan por los senderos de la transformación del capitalismo.
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