Por: Javier Ortiz, estudiante de Periodismo de la Universidad de La Habana
Antes de empezar, una pregunta. ¿Quién se acuerda de Linkin Park? Esa pregunta me la respondió una multitud de cinco mil jóvenes, en el Parque Villalón del Vedado habanero, durante un concierto de música electrónica. Cuando se escucharon los primeros segundos de Crawling, la primera canción conocida de Linkin Park, la gente ovacionó y levantando los brazos. Ningún otro tema generó esa reacción.
Los oídos cubanos son algo cerrados a la música rock. Escuchar los Beatles o Pink Floyd puede ser una religión para cierta gente (o una forma de pretender superioridad intelectual), pero a todo lo demás le falta público. En el 2002, antes del reggaetón, hubo una pequeña moda de escuchar rock alternativo: así llaman a lo que en Estados Unidos se denominaba nü metal y que ahora quieren llamar post-grunge. Evanescence, The Rasmus, Good Charlotte y Linkin Park se hicieron tan comunes como Buena Fe (cuando todavía estaban en pañales), el techno y la música popular bailable que en ese momento estuvieran escuchando los “repa”, quienes siempre han sido la mayoría demográfica dominante.
El rock alternativo era visto como un rock bueno y potable. Una reacción natural, teniendo en cuenta que la tradición rockera cubana está dominada por bandas que tocan un género musical (sin ánimos de ofender a nadie) que se asemeja al sonido de una batidora averiada. El black y death metal nunca han sido tan escuchados como el pop, excepto en Europa del Este. La clave de la popularidad del rock alternativo fue disfrazar la estridencia de las guitarras y la batería con una melodía menos agresiva.
El concepto de alternativo es ser diferente a la mayoría, aunque fuera de Cuba, Linkin Park era la tendencia, no la diferencia. Musical y mentalmente, los oídos rockeros de finales de los noventa estaban dominados por bandas como Korn y por el fantasma de Kurt Cobain y su Nirvana. Los seis de Linkin Park salieron de la nada con una imagen y una sonoridad diferente. Músicos con el pelo corto, vestidos como le daba la gana. Una banda integrada por un DJ Joe Han, el rapero Mike Shinoda, el cantante Chester Bennington, y el resto de los instrumentalistas típicos de esas agrupaciones (Brad Delson en las guitarras, Dave Farrell en el bajo y Rob Bourdon en la batería).
Sus discos Hybrid Theory y Meteora, contiene una mezcla equilibrada entre hip hop, rock metal, rap, duetos entre dos voces diferentes, letras que contaban explícitamente miedos y pesadillas personales (el detalle de las letras pasó desapercibido para muchos adolescentes cubanos, que en esa etapa venían dando sus primeras clases de inglés). La presencia de sonidos electrónicos casi opacaban a la guitarra eléctrica, y sus baladas parecían una mezcla de Cher con Metallica.
Luego vino Minutes To Midnight, en 2007, que en Cuba no pasó desapercibido, aunque muchos les resultará disonante. Linkin Park se adaptó a la evaporación del estilo alternativo de sus primeros años, enfocándose en sonar más como rock y menos como otra cosa. Eso significó decirle adiós al rap y a los sonidos electrónicos, pero el cambio tuvo aceptación, porque parecían estar evolucionado como músicos. Enterraban el rock alternativo y tomaban una forma propia.
Algo diferente ocurrió con A Thousand Suns, su primer intento de hacer un primer álbum conceptual (o sea, todas las canciones están entrelazadas entre sí, para contar una historia). La experimentación llegó al extremo de borrar el viejo sonido por completo e reinventarlo todo, como si fueran otra banda. Linkin Park parecía no querer entrar en la monotonía de otras grupos, que repiten la misma formula una y otra vez. Sin embargo, el juego de mezclar sonidos ambientales, con fragmentos de discursos y letras sobre una guerra nuclear, construyeron un mensaje que muy pocos pudieron entender. En Cuba, la gente se refirió a esa música en términos muy fuertes, que no se pueden reproducirse en un medio de prensa. En el resto del mundo, no les fue mejor.
La mayoría de los adeptos y críticos a la banda no entiende que todos los discos de Linkin Park tienen el mismo intento de experimentación que los Beatles buscaron con Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band o que caracterizó a Pink Floyd a partir de The Dark Side of The Moon y Wish You Were Here. Pero esta última idea puede resultar disonante para quienes piensan que toda la música reciente es inferior a la del pasado: no se detienen a pensar que nadie puede escribir canciones en los primeros años del siglo XXI como si estuviera en 1970.
El rock alternativo ya no existe o ya no lo llaman así. Se evaporó con el cambio de era. En Cuba se empezó a escuchar algo más “fuerte” y los nombres de As I Lay Dying, Avenged Sevenfold y Bullet For My Valentine se hicieron comunes, para algunos. El nuevo metalcore terminó siendo la banda sonora de un grupo pequeño, o tribu urbana, como dicen los sociólogos.
Y la gente todavía no se olvida de Linkin Park y ellos no se han olvidado de lo que hacen. Hace poco, terminaron un nuevo disco, Living Things, que no ha sido tan apedreado como el anterior, aunque todavía es muy pronto para decidir si es un mal o un buen disco. Su música todavía continúa subvalorada. No hay nada peor que ser popular y que el mundo no entienda lo que haces.