Periodico Venceremos, Guantánamo, Cuba
GuantÁnamo en 26
Por Lilibeth Alfonso Martínez
26 de julio de 2012 , 02:00 pm
Guantánamo (Redacción Digital Venceremos) – A 59 años de los hechos del Moncada, todavía nadie ha podido explicarse la coincidencia. Cómo dos hombres diferentes, uno en La Habana y otro en Guantánamo, sin conocerse y con sus propios secretos, “compartieron” en el mismo tiempo ideales y planes con un objetivo común: asaltar un objetivo militar y comenzar así la lucha guerrillera para derrocar al tirano por las armas.
Miguel Bertrán Bertrán era en ese entonces un guajiro más de los muchos que malvivían en las zonas rurales de Guantánamo, trabajando día y noche por cama, comida y unas pesetas, para sobrevivir, porque no había otra cosa.
No conocía el marxismo, pero se sabía los manejos del capital. Se los enseñó el latifundista que le quitó la mitad de sus tierras y lo metió preso después, cuando el campesino arrancó la cerca ominosa; el médico que dejó morir a su primer hijo porque no había 100 pesos para pagarle la cesárea a su esposa, lo que pasaba en sus narices…
Miguel Beltrán Beltrán
“Pude reflexionar y sacar muchas conclusiones. Una de ellas fue la necesidad de acabar con el hambre, el terror, la miseria, la explotación y el abandono en que se debatía el pueblo mediante la lucha armada. Que había que formar el ejército que aniquilaría al existente, responsable de tantos crímenes, desalojos y terror”, escribió Bertrán muchos años después.
Tal pensamiento, la indignación por el golpe del 10 de marzo de 1952, la sapiencia de que había cosas para cambiar y alguien debía de hacerlo, encender la llama…, emparenta a este joven de 24 años con sus congéneres que, liderados por Fidel Castro, reiniciaron la lucha por la independencia de Cuba, inspirados en el ideario de José Martí.
Eran éstos universitarios o trabajadores en la ciudad, intelectuales, gente que entendió lo mismo desde el otro lado de la Isla y comenzó a conspirar, a contribuir peseta a peseta, a rebelarse. El plan, no obstante, incluía a Oriente: allí estaban los dos objetivos de sus planes, los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.
Pero nada sabía Bertrán de ellos. Lo sacudió, como a tantos, el “madrugonazo” del 52 y comenzó a trabajar. En el 53, cuenta en su libro Memorias de Sangre y Fuego (editorial El Mar y la Montaña, 2009), ya tenía reclutados una treintena de hombres de la zona de Montesano –donde laboraba y vivía-, Camarones y la ciudad de Guantánamo, fundamentalmente, y estaba enseñándoles a disparar a quienes no sabían.
La idea inicial del guantanamero, concuerdan los historiadores Marisel Salles y Luis Figueras –estudiosos de esa etapa revolucionaria- era asaltar la jefatura del Escuadrón 16 de la Guardia Rural, donde hoy radica la escuela primaria Rodolfo Rosell (Cuartel entre Narciso López y Jesús del Sol), con el objetivo de ocupar el armamento y lanzarse a las montañas del macizo Sagua-Baracoa para iniciar la lucha guerrillera, como hicieron después los jóvenes del Centenario en las cimas de la Sierra Maestra.
Para prepararse, junto a José Prieto realizó osadas labores de inteligencia: Durante un tiempo, usando como pretexto la necesidad de cargar estiércol de las caballerizas, se habían agenciado varios uniformes, y el acceso a las instalaciones del cuartel, lo que les permitió pasar inadvertidos mientras tomaban notas de las rutinas de los soldados, la ubicación de las armas…
Y en eso andaban cuando se corrió la noticia de que el cuartel se estaba “atrincherando”. Los historiadores y Bertrán concuerdan en que eran aproximadamente las 9 de la mañana del 26 de Julio de 1953 cuando Hirán Pagés avisó que los batistianos estaban reforzando sus defensas con sacos de arena, habían limitado la circulación por calles aledañas e incrementado el patrullaje.
Si hubieran estado al corriente, los revolucionarios guantanameros se lo habrían explicado con los sucesos del Moncada, que sacudieron todo Santiago de Cuba esa misma madrugada, y habían motivado los movimientos inusuales en las instalaciones del Escuadrón 16, “en remojo” por si los “alborotadores” querían intentar algo en su patio.
El blanco de la acción dirigida por Bertrán era la Jefatura del Escuadrón 16 de la Guardia Rural, actual escuela primaria Rodolfo Rosell.
Pero como nada sabían los conspiradores guantanameros de las acciones del grupo de jóvenes liderados por el abogado Fidel Castro Ruz para tomar el Cuartel Moncada, cuando Bertrán vino hasta la ciudad para ver con sus propios ojos la actividad de los batistianos sólo pudo llegar a una conclusión: sus planes habían sido descubiertos.
Lo que vino después pasó muy rápido. Ese mismo día Bertrán –según cuenta en Memorias… – decide convocar a sus hombres a movilizarse y da las órdenes desde un puesto de frutas ubicado en la intersección de las calles Paseo y San Lino. El punto de encuentro: el Paso de Cañambú, en las márgenes del río Jaibo, muy cerca de Camarones, en las estribaciones de la Sierra Canasta.
El traslado de los hombres se hizo en grupos de cinco o seis, en varios vehículos, y duró hasta las ocho de la noche, situación que provocó la deserción de los menos firmes, sacudiendo la mata desde bien temprano. Los que se quedaron organizaron un campamento y dos emboscadas, la primera en el propio Paso de Cañambú y la segunda en el sitio conocido como Retiro de Camarones.
Fue en la madrugada del 27 de julio cuando, por un radio de baterías, escuchan la noticia del Moncada, cuyo jefe era el abogado y miembro del partido Ortodoxo Fidel Castro, quien había logrado huir y se encontraba en la Gran Piedra.
El guantanamero no perdió tiempo. Así lo relatan los historiadores: “Bertrán distribuye el escaso armamento entre los alzados más resueltos y les comunica su decisión de unirse a Fidel y sus hombres, gesto de verdadera solidaridad armada”.
Pero los planes tampoco esta vez llegaron a buen puerto. Un día después, ya resuelto a sumar todas sus fuerzas a los sobrevivientes del Moncada, Bertrán junto a Felipe Pardo y José Macheco bajan a la ciudad de Guantánamo para contactar con un grupo de estudiantes comprometidos, ocultos en una casa cercana a la actual escuela de comercio.
En esos trajines, fueron reconocidos por un soldado y detenidos. Con Bertrán y sus compañeros presos en el mismo cuartel que quisieron asaltar, los movilizados se desmovilizaron y retornaron a sus vidas. Y ese fue el fin de la historia del 26 de Julio en Guantánamo, aunque después muchos de esos hombres, con Bertrán incluido, volvieron a enrolarse en la lucha.
Pudo llegar a ser mucho más, trascender con fuerza en la historia escrita y oral sobre esa etapa de nuestras guerras de liberación…, en realidad poco importa: el alzamiento en Sierra Canasta fue lo que fue: una acción auténtica de hombres que, desde el Oriente de la isla, quisieron revivir por su cuenta los ideales de Martí, los mismos que Fidel hizo amanecer en el Moncada, aquella mañana del 26 de julio de 1953.
(Datos tomados de Memorias de Sangre y Fuego . Editorial El Mar y la Montaña, 2009; Una historia por escribir, Suplemento Memorias del periódico Venceremos, mayo-agosto. Año 1. No. 2; w.ww.ecured.co.cu)
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