Fecha: 2012-10-14 Fuente: CUBARTE
Cuando César Portillo de la Luz contaba con 24 años de edad se enamoró perdidamente de una mujer que tenía una gran sensibilidad para la música. Era, en fin, un espíritu femenino muy acorde con los sentimientos de un joven que recién se asomaba a la composición. Según contó César, en aquellos años no tenía ninguna intención de vivir de su trabajo creador; era un pintor de brocha gorda que se mantenía a duras penas de su labor. Pero ya estaba profundamente entusiasmado con la música. Le atraía la guitarra y pasaba su tiempo libre abrazado al instrumento, arrancándole acordes.
Así las cosas, le brotó la inspiración enardecida por el amor. Las grandes creaciones de la canción trovadoresca nacen motivadas por el sentimiento amoroso que puede ser correspondido o no. Entonces el desamor también resulta un buen motivo de inspiración. Pero en el caso de César, fue el amor hacia la mujer amada lo que se convirtió en “parte de su alma”.
No hay bella melodía
En que no surjas tú
ni yo quiero escucharla
cuando me faltas tú.
Es que te has convertido
en parte de mi alma,
ya nada me conforma
si no estás tú también
Más allá de tus labios
del sol y las estrellas
contigo en la distancia
amada mía estoy
¿Existe una declaración de amor más vehemente? Solamente Miguel Matamoros con Juramento y Manuel Corona en Longina, logran igualar a esta tremenda declaración que a sesenta y seis años de su creación constituye una obra infaltable en el repertorio de los buenos boleristas del mundo.
La primera grabación de Contigo en la distancia la realizó en 1947 Fernando Fernández, con una orquestación de Sergio Guerrero, y apareció en la película mexicana Callejera; pero la que popularizó esta canción fue la versión que realizó Andy Russell, orquestada por Mario Ruiz Armengol.
Otros grandes de la cancionística universal como el tenor Plácido Domingo, el brasileño Caetano Veloso y el mexicano Luis Miguel también han llevado al disco esta canción.
César Portillo de la Luz, habanero, nació el 31 de octubre de 1922. Está cumpliendo este año sus primeros 90. Procedente de una familia humilde tuvo que enfrentarse a la vida realizando los más disímiles oficios y, cosa curiosa, también practicó deportes y fue hasta ¡boxeador!
Pero la música lo atrajo desde temprano. Lo primero que hizo como músico fue integrar un trío con Cheo Herrera, en la guitarra; Ignacio Herrera, en el tres y él como cantante. Por aquellos tiempos escuchaba toda la buena música que podía. Así recibió alguna influencia de Glenn Miller, Duke Ellington y otros, como Manuel de Falla.
Cuando conoció a Vicente González Rubiera “Guyún”, en 1948, se abrió para César un mundo nuevo en su formación guitarrística. Tocaba la guitarra a cualquier hora del día o de la noche. Era una fiebre que lo envolvía. Según contó en el testimonio que aparece en el libro Porque tienen filin: “Un día pasé por una calle guitarreando, abren una ventana y alguien me invita a entrar y cantar con él. Era Ángel Díaz, que también estaba en la misma onda que yo. Empezamos a descargar, a cantar y ahí nos hicimos amigos”. (1)
Se trataba de la casa donde vivió Angelito Díaz, en el Callejón de Hamel, en Centro Habana, que se convirtió por derecho propio en el “cuartel general” del movimiento cancionístico llamado filin (del inglés Feeling, que significa sentimiento). Esto es, que se canta con el corazón.
Allí se reunían los fundadores del filin bajo la mirada amorosa y complaciente del viejo trovador Tirso Díaz, un veterano de la “vieja guardia” de la trova tradicional. El Niño Rivera, José Antonio Méndez, Ñico Rojas, Rosendito Ruiz, Aida Diestro y los demás cantaban hasta pasada la media noche, nada de tragos, solo canciones interpretadas con sentimiento, con mucho amor.
La emisora Mil Diez también fue un centro aglutinador de “los muchachos del filin”. Allí fueron acogidos grandes cantantes como Miguel Matamoros con Siro Rodríguez y Rafael Cueto; Mozo Borgellá con Benny Moré, Félix Guerrero, que era el director musical de la emisora, González Mantici y también el dúo de la trova integrado por Rafael de la Fe y Bienvenido León.
En esa radiodifusora de los comunistas cubanos, César tuvo el programa Canciones del mañana con César y Rebeca. Aclaramos que Rebeca, era la guitarra.
Luego, en 1947, César realizó otro programa en Radio Lavin; y en 1959, en Radio Progreso, amenizó el programa Canciones en la tarde.
A mi modesto entender, otra canción que distingue su carácter “filinesco” es Canción para un festival. César le contó a Félix Contreras: “en el año 62 me divorcié y ahí mismo empecé a hacer un recuento de mi vida, y de pasar esa película aprendí que la vida es como uno puede armarla, como un rompecabezas y que en definitiva, la vida no acaba en un revés, ni en un obstáculo. Le busqué el lado positivo al hecho, que no todo había sido un fracaso y me reconcilié con mi pasado y con mi vida nuevamente”. (2)
Entonces le cantó a la mujer en el recuerdo, a todas las que pasaron por su vida, con alegría.
Por eso quiero, cuando me recuerdes,
que sea sin rencor, dolor ni pena,
porque al fin
son las horas de amor y de dicha
lo que vale la pena guardar
para poder encontrar cada día,
la razón de vivir.
Todos los grandes compositores —y César no podía ser la excepción—, no han permanecido ajenos a la política, a las luchas sociales del pueblo. En 1967 compuso Al hombre nuevo; en 1968 Oh, valeroso Viet Nam; y ese mismo año creó una canción dedicada a Che Guevara que ha tenido muy poca difusión.
Cuando se produjo el golpe de estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende, compuso Arenga para continuar una batalla. Otra canción considerada de corte social, dedicada al obrero, es Canción de los Juanes.
César Portillo de la Luz no solo se ha destacado como compositor e intérprete. Es un polémico defensor de todo lo que considera justo. Sus intervenciones en las asambleas y reuniones del contexto de la música son históricas; es de aquellos que “no tienen pelos en la lengua” para decir verdades que otros callan.
“Yo, con la revolución socialista, he encontrado enormes motivos (…) incluso, el hecho de que haya elevado el nivel cultural de todo nuestro pueblo, me ha dado mayores posibilidades de creación.” (3)
A sus primeros noventa años, César Portillo de la Luz está considerado hoy, sin lugar a dudas, un clásico de nuestra música popular. Culto, respetuoso, polemista infatigable, ejemplo de disciplina profesional y por su cubanía constituye un patrón vivo del artista amante de su pueblo.
Notas:
(1, 2, 3) Contreras, Félix. Porque tienen filin. Editorial Oriente. Santiago de Cuba. 1989.