¿Qué puede representar un año para la literatura? Las grandes obras se producen muchas veces durante lustros y se mantienen ocultas en las gavetas de los autores o en los libreros de editores y críticos hasta que, de un momento a otro, ganan la inmortalidad. Para las letras de un país, un año puede ser la nada, una fracción milésima que tributa a un proceso de siglos. Sin embargo, para quienes lo viven resulta la oportunidad de encontrarse con el texto capaz de marcar la existencia, escuchar de cerca al autor admirado, reconstruir etapas, acumular obras que evidencian la vitalidad del transcurso continuo de la escritura.
Sobre el año 2012 se tejieron leyendas casi salidas de la ficción. Del calendario maya se interpretó un final del mundo, que, a la postre, solo llegó a corroborar las terribles paranoias humanas. A punto de recibir ese otro ciclo histórico que según los sabios precolombinos iniciará con este 2013, el panorama literario cubano ha vivido en los últimos 12 meses acontecimientos dignos de evocar, incluso si fueran los últimos.
La visita del escritor uruguayoEduardo Galeano en enero para presentar las actividades del Premio Casa de las Américas fue un espacio ideal para esperanzadores y nostálgicos. Luego de casi 11 años sin visitar a Cuba, el autor de Las venas abiertas de América Latina leyó ante el auditorio de la abarrotada Sala Che Guevara textos de su libro Espejos. Una historia casi universal, premio de Narrativa José María Arguedas en 2011 y publicado por la editorial Casa este año, así como fragmentos de su último vástago: Los hijos de los días, inédito por entonces.
El Premio Casa de las Américas, entre el 16 y el 26 de enero de 2012, favoreció el contacto con intelectuales de alto prestigio en la región. Como jurados llegaron a La Habana Jorgelina Cerritos (El Salvador), Ángel Norzagaray (México), Orlando Senna (Brasil), Víctor Winer (Argentina) y Osvaldo Doimeadiós (Cuba); Leonor Bravo (Ecuador), Carlo Frabetti (Italia-España), Liliana de la Quintana (Bolivia), Avelino Stanley (República Dominicana) y Nelson Simón (Cuba); Regina Crespo (Brasi), Evando Nascimento (Brasil) y Rodolfo Alpízar (Cuba); Arnold Antonin (Haití), Francis Combes (Francia) y Laura Ruiz (Cuba); Juan Flores (Puerto Rico), Lisandro Pérez (Cuba-EE.UU.) y Renato Rosaldo (EE.UU.); Quince Duncan (Costa Rica), Rita Laura Segato (Argentina) y Esteban Morales (Cuba), para evaluar 377 obras en concurso, distribuidas en las categorías de Teatro, Literatura para niños y jóvenes, Literatura brasileña, Literatura caribeña en francés o creole, el Premio de estudios sobre Latinos en los EE.UU. y el Premio Extraordinario de estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe contemporáneos. Este último lauro quedó en la Isla pues correspondió a la investigadora Zuleica Romay con Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad, a lo que sumamos la mención de Inés María Martiatu con ¿Y las negras qué? Pensando el afrofeminismo en Cuba. La literatura infantil también logró una mención para Elena Beatriz Corujo Morales por su obra Pargos azules.
Febrero trajo como siempre una lluvia de libros sobre la geografía cubana. La 21 Feria Internacional del Libro de La Habana, dedicada a la región del Caribe y a los intelectuales Ambrosio Fornet y Zoila Lapique, puso a disposición del público más de dos mil títulos y seis millones de ejemplares. La tradicional sede de la Fortaleza San Carlos de la Cabaña se unió nuevamente a las principales instituciones culturales de la Capital, que acogieron coloquios, homenajes y presentaciones de libros. Más de 260 escritores, artistas e intelectuales de diversos países llegaron a La Habana durante esta fecha, entre ellos el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel; el Premio Cervantes, Sergio Pitol; el comunicólogo, Ignacio Ramonet; el antropólogo cultural, Adolfo Colombres; y los caribeños Norman Girvan, Chiqui Vicioso, Kendel Hyppolite, Alejandro Carpio, Daniel Ferreira, Lenito Robinson, Bárbara Chase, Carlos Roberto Gómez, Cynthia Abrahams, Lasana Sekou, Pedro Antonio Valdés, Johan Roozer, Kari Polanyi Levitt, por solo citar algunos.
Igual de enriquecedor fue el contacto con seis jóvenes poetas ecuatorianos que llegaron al Centro Dulce María Loynaz entre el 25 y el 28 de abril de 2012 durante la Semana de la Cultura ecuatoriana, en la cual se conversó sobre grandes autores de ese país y se escuchó la poesía de Aleyda Quevedo Rojas, Siomara España, Mariluz Albuja, Javier Cevallos, Juan Carlos Miranda y Juan Secaira. Además, se distribuyó la antología De la ligereza o velocidad que también es perfume. Seis poetas contemporáneos del Ecuador, publicado para la ocasión por el Fondo Editorial del Ministerio de Cultura del Ecuador.
Hacia el mes de agosto llegó a la Isla el escritor guadalupeño Ernest Pépin para presentar su novela Réquiem por María Soledad, publicada por la Casa de las Américas, una historia que profundiza sobre la realidad de las capas sociales más bajas de Haití, marcadas por la miseria y la violencia y que ha sido publicada por primera vez en Cuba, incluso antes que en la lengua original.
El 2012 coincidió con la celebración de dos hechos trascendentales para la historia de Cuba, especialmente dentro de la tradición rebelde de la población afrodescendiente. El Bicentenario de la Conspiración de Aponte y el Centenario de la Masacre de los Independientes de Color fueron ampliamente debatidos, desde múltiples aristas, en coloquios, conferencias y presentaciones donde intervinieron algunos de nuestros más destacados pensadores y profesionales de la historia. La producción editorial reconoció la efeméride con la presentación de varios libros en el contexto de la Feria, entre ellos La rebelión de Aponte de 1812 en Cuba y la lucha contra la esclavitud atlántica, de Matt D. Childs por la Editorial Oriente; y Cuba insurgente. Raza, nación y revolución. 1868-1898, de Ada Ferrer, calificados por Fernando Martínez Heredia como hitos en la historiografía cubana por los novedosos enfoques que presentan.
Sobre el tema racial en Cuba circularon este año significativos aportes, entre ellos los volúmenes Afrocubanas: historia, pensamiento y prácticas culturales, una compilación de Daisy Rubiera e Inés María Martiatu y Población afrodescendiente cubana actual, de Gisela Arandia Covarrubias.
Las efemérides marcaron parte de los eventos y homenajes realizados para reconocer el bicentenario de Cirilo Villaverde y los centenarios de Dulce María Loynaz, Mirta Aguirre y Virgilio Piñera. Del autor de Electra Garrigó pudimos disfrutar, por primera vez, de la recopilación de su obra completa realizada en conjunto por varias editoriales nacionales que abarcaron la cuentística, el teatro, la poesía, las novelas, el periodismo y la correspondencia del escritor, muchos de ellos sin haberse reditado. Asimismo, aparecieron conjuntos ensayísticos y testimonios sobre Virgilio a nombre de Carlos Espinosa, Antón Arrufat, Norge Espinosa, entre otros. Al homenaje se unieron las principales revistas culturales del país con números monográficos como el de La Gaceta de Cuba y La Jiribilla, o con trabajos específicos en los que se desentrañan diversas facetas en la vida y obra del autor. Como centro del reconocimiento estuvo el Coloquio Internacional Piñera tal cual, celebrado entre el 19 y el 22 de junio en el Colegio San Gerónimo del Centro Histórico de la capital cubana, con la participación de casi 40 académicos, escritores, traductores y amigos cercanos al escritor, provenientes de EE.UU., España, México, Hungría, Reino Unido, Venezuela y Cuba.
Significativo resultó también la 19 edición del Coloquio Internacional del Programa de Estudios de la Mujer (PEM) de Casa de las Américas en febrero, dedicado al tema: “Mujeres, circuitos de colaboración y asociacionismo en la cultura y la historia de la América Latina y el Caribe”para debatir sobre las posibilidades y las condiciones en que se ha fraguado la colaboración femenina en nuestras naciones. Esa posibilidad de hermanamiento entre mujeres desde la literatura fue explorada además entre el 5 y el 7 de marzo en el Centro Cultural Dulce María Loynaz durante el ciclo de conferencias “Viajeras en La Habana, trayectos de ida y vuelta”, dedicado al análisis de las experiencias de viaje de siete escritoras de Cuba y España. Asimismo, el taller Proyectos de autor y promoción de literatura en Internet permitió intercambiar sobre el paso de la literatura a ese nuevo formato virtual que representa la red de redes. El evento fue convocado por los editores de Isliada —una iniciativa independiente para la promoción de la literatura cubana en Internet— y el escritor Senel Paz, con el apoyo de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Títulos relevantes no faltaron este año, marcado por el regreso de Mylene Fernández con su novela La esquina del mundo (UNIÓN); Eduardo Heras León con Dolce Vitta y Abel Prieto con Los Viajes de Miguel Luna, calificado por Graziella Pogolloti como “invitación a pensar, a la reflexión sobre esta estremecedora contemporaneidad que estamos viviendo”. Del encuentro sostenido entre Fidel Castro y 117 intelectuales de 22 países durante la Feria Internacional del Libro de La Habana surgió el libro Nuestro deber es luchar. Fidel Castro con los intelectuales, presentado en el mes de marzo en la Casa de las Américas, y de manera simultánea en diez ciudades del mundo: Caracas, Buenos Aires, Luanda, Santo Domingo, La Paz, Ciudad de México, San Juan, Kingston, Washington y Madrid, y en Berlín al día siguiente.
Los jóvenes autores llevaron esta vez la batuta en los Premios Alejo Carpentier concedidos a Marcial Gala por la novela La catedral de los negros; Osdanys Morales con el volumen de cuentos Papyrus y al ensayo Diseminaciones de Calvert Casey, de Jamila Medina Ríos. El Nicolás Guillén recayó en el novel poeta Luis Yuseff por su cuaderno de versos Aspersores. En cuanto a los consagrados, Mirta Yáñez añadió un nuevo reconocimiento a su novela Sangra por la herida con el Premio de la Academia de la Lengua; Augusto César García del Pino mereció el Premio Nacional de Ciencias Sociales; el historiador cubano Eduardo Torres Cuevas recibió la Orden Caballero de la Legión de Honor de la República de Francia, la poetisa Nancy Morejón recibió el Premio a la Excelencia Académica de los estudios sobre Cuba de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) y Marta Mosquera se alzó con el Premio Nacional de Diseño del Libro 2012.
El más alto galardón de las letras nacionales, recayó en el narrador, ensayista y periodista Leonardo Padura Fuentes, autor de novelas memorables como las que componen la tetralogía Las cuatro estaciones, La novela de mi vida o El hombre que amaba a los perros. El escritor abrió el año con la entrega del Premio Carbet de literatura caribeña y con la publicación de la recopilación de crónicas y comentarios periodísticos La memoria y el olvido (Editorial Caminos) y Un hombre en una isla. Crónicas, ensayos y obsesiones (Sed de Belleza). A finales de noviembre, se le dedicó, además, la Semana de Autor de la Casa de las Américas, que reconoce por primera vez a un escritor del patio.
Por su parte, la crítica literaria distinguió con su galardón anual a los libros Dinosauria soy, de Graziella Pogolotti; la novela Ritual del necio de Roberto Méndez; el cuaderno de poemas Manualidades, de Nara Mansur; El misterio del eco, de la crítica Margarita Mateo Palmer; Islas del Caribe: naturaleza-arte-sociedad de Yolanda Wood; Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Mϋller, del dramaturgo Rogelio Orizondo y Sobre los pasos del cronista. El quehacer intelectual de Guillermo Cabrera Infante en Cuba hasta 1965, de los periodistas e investigadores Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco.
La literatura para la niñez estuvo celebrando los 45 años de la Editorial Gente Nueva, con la inauguración de nuevos espacios: una librería, una ludoteca, una galería. Asimismo, el premio La Edad de Oro llegó a sus 40, reconociendo la continuidad de esta modalidad literaria entre la más nueva generación de autores.
No faltaron los espacios para compartir con escritores. El autor y su obra homenajeó a Natalia Bolívar, Eusebio Leal, Basilia Papastamatíu, Olga Marta Pérez, entre otros, y los espacios habituales como Páginas Inéditas, la tertulia Aire de Luz, el Miércoles de Sonrisas, por solo citar algunos, mantuvieron el contacto directo de los autores cubanos con su público.
El infortunio ganó a nuestras letras en 2012 con la muerte del poeta Alberto Acosta, del dramaturgo y escritor Humberto Arenal, y del poeta Lorenzo García Vega, fallecido en Miami a sus 85 años. De fuera, lamentamos igualmente el adiós del genial escritor estadounidense Gore Vidal y de Adrienne Rich, también norteamericana, icono de la literatura escrita por mujeres en el mundo.
Aún no sabemos qué lugar ganará el 2012 dentro de la historia de la literatura cubana. Habrá que dejar la responsabilidad de definirlo a los críticos futuros. Sin embargo, un repaso a lo acontecido ofrece la seguridad de que en la Isla la literatura no se remite al mero hecho de escribir-publicar-leer. Es también un acto de interrelación que busca acompañar la historia del presente, conmover el paso de todas y todos por este mundo.
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