Fecha: 2013-01-15 Fuente: CUBARTE
Cuando se lee la obra de José Martí se disfruta de su conocimiento de las literaturas de la Grecia y la Roma antiguas, de las europeas y americanas y, por supuesto, de la cubana de su tiempo. En sus cuadernos de apuntes encontramos que hace una relación de figuras cubanas distinguidas, fundacionales, que incluyen a Manuel de Zequeira, José Agustín Caballero, Félix Varela y José de la Luz y Caballero. En algún momento se refiere también a Manuel de Rubalcaba, como “el amigo de Zequeira que fue pintor, escultor y poeta”, y también anota el nombre del poeta Francisco Manzano. Pero es de especial interés en el tema que tratamos lo incluido en la sección titulada “Cuba. Letras, Educación, Pintura y Música”, del tomo 5 de la edición de sus Obras Completas, hecha por la Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro en 1975.
En la parte correspondiente a Letras de la sección antes mencionada, se podrá encontrar un discurso leído en una velada del Liceo de Guanabacoa, el 28 de febrero de 1879, dedicada a la memoria del poeta Alfredo Torroella, a quien Martí califica como “poeta de los pobres”, “buen poeta” y “poeta bueno”, quien tuvo que emigrar a México donde cantó a “cuanto noble y grande halló”. Sobre las distintas facetas del quehacer literario de Torroella, dice Martí: “(…) Orador, arrastró; poeta, sedujo; autor dramático, oyó de los mexicanos aplausos ferventísimos.” (pp. 85-88) Así hablaba Martí a sus 26 años de vida sobre aquel poeta cubano emigrado que se puso del lado de los pobres.
Al trabajo anterior le sigue una carta de Martí a su amigo José Joaquín Palma, el cubano autor de la letra del himno nacional de Guatemala. La carta, escrita en 1878, cuando Martí vivía también en ese país, se incluyó como prólogo a la edición de las poesías de Palma, publicada en 1882 en Tegucigalpa. En la carta, Martí le hace algunas observaciones de estilo a Palma y luego le dice: “(…) Tú tienes un gran mérito. Nacido en Cuba, eres poeta cubano (…) tú naciste en Bayamo y eres poeta bayamés.” Después de esta reiteración de pertenencia a Cuba, Martí concluye su carta diciéndole a Palma: “Has sabido ser en estos días de conflictos intensos, de vacilaciones apóstatas, de graves sacrificios, y tremendas penas, poeta del hogar, poeta de la amistad, poeta de la patria”, tres valores que para nuestro apóstol fueron de importancia capital. Es en esta carta donde se encuentra la conocida afirmación martiana de que, con respecto a la poesía cubana, “nosotros tenemos héroes que eternizar, heroínas que enaltecer, admirables pujanzas que encomiar.” (p. 95)
A continuación de lo anterior aparecerá el prólogo que Martí escribió para el libro de Rafael de Castro y Palomino Cuentos de hoy y de mañana (pp. 101-108), “libro que divulga en forma amena las razones en pro y en contra de las varias soluciones sociales.” Escrita en 1883, la obra se muestra preocupada por el uso de la violencia en tiempos en que se confundían, con las comunistas, las ideas y acciones anarquistas. Por eso Palomino pide a los ricos que se apresuren “a limpiar de obstáculos el camino de esos hermanos nuestros coléricos”. En el prólogo, Martí expresa: “Lo excesivo, no será: pero lo justo, será”: “La solución (…) bueno es discutirla; predecirla, es vano. La que deba ser será. Darle forma prehecha, sería deformarla.” (p. 107) Pero en una reseña del libro que fue publicada en La América, en octubre de 1883, Martí reconoce que “El mundo está en tránsito violento, de un estado social a otro.” (p. 109)
En el prólogo al libro, Martí enfatiza la necesidad de educar a las clases desfavorecidas: “De todos los problemas que pasan hoy por capitales, sólo lo es uno; y de tan tremendo modo que todo tiempo y celo fueran pocos para conjurarlo: la ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia.” (p. 101) Sobre Castro Palomino, Martí escribió en Patria, del 22 de abril de 1893, un comentario sobre su libro de poemas Preludios. Aparte de las valoraciones sobre la poesía de Castro Palomino, encontraremos expresiones que tienen un valor general: “Lo que importa en poesía es sentir.” Y más adelante: “En América solían rimarse ideas, más que sentimientos, olvidando que la poesía y el arte todo está en la emoción inesperada y suprema por donde en una hora propicia culmina una especie de emociones semejantes.” (p. 213)
Al libro de Palomino seguirá el comentario a Estudios críticos, del cubano Rafael María Merchán, publicado en Bogotá. Este comentario de Martí apareció en el periódico La estrella de Panamá, el 9 de junio de 1887. En él dice de Merchán: “El estilo sereno, suave y vivo fluye sin amontonamiento ni desmayos, y los párrafos, tersos y jugosos, acaban comúnmente en una idea aguda y feliz que los completa como una joya a una sortija.” Martí encuentra en Merchán un “juicioso consorcio del pensamiento y el lenguaje, que compiten en claridad, fuerza y pureza.” (p. 116)
En El Economista Americano, de Nueva York, en agosto de 1887, Martí publica un artículo en el que comenta el libro de su, más que amigo, hermano, Fermín Valdés Domínguez, sobre el crimen del 27 de noviembre de 1871. En aquella ocasión, acusados de un delito de profanación que no cometieron, ocho estudiantes de medicina fueron fusilados y otros 30 condenados a trabajos forzados en presidio. Fermín fue uno de ellos. Fermín, que el día en que el hijo de Gonzalo Castañón —cuyo féretro se decía profanado—, iba a sacarlo de su nicho para llevarlo a España, se llegó a él y le pidió que comprobara que el ataúd estaba intacto, cosa que este ratificó, demostrando así la inocencia de los ocho estudiantes fusilados. Todo lo ocurrido es narrado por Valdés Domínguez en su libro publicado en La Habana misma. (p. 118)
Al artículo precedente le sigue el comentario a Seis conferencias, de Enrique José Varona, publicado en El Economista Americano, Nueva York, en enero de 1888. Esas conferencias tratan de Víctor Hugo, de Cervantes, de Emerson. Dice Martí que “cada conferencia ostenta un caudal de voces propio, escogidas sin esfuerzo de entre la flor del vocabulario conveniente al asunto.” “De la fijeza del conocimiento le viene la seguridad del estilo.” (p. 121)
De Varona, se pasa a a la novela de Ramón Meza Mi tío el empleado. La novela de Meza es un cuadro de la Cuba colonial dado a través de la historia de un emigrado español que —a base de recomendaciones y malas mañas—, llega a convertirse en rico conde. Martí dice que la novela cuenta “cómo se enriquecen, a robo limpio y cara de jalea, los empleados; cómo chupan, obstruyen y burlan al país.” (p. 126) Saluda Martí la aparición de esta novela. De ella dice que “(…) Sin ser más que retrato, parece caricatura; pero precisamente está su mérito en que (…) hallando caricatura la verdad, la dejó como era.”
Es en este artículo en el que Martí nos deja esta definición de estilo: “El que ajuste su pensamiento a su forma, como una hoja de espada a la vaina, ese tiene estilo.” (p. 128)
El trabajo sobre Mi tío el empleado lo publicó Martí en El Avisador Cubano, de Nueva York, el 25 de abril de 1888. En ese año y en el mismo periódico, pero en el mes de julio, publicó un artículo sobre el poeta José María Heredia. Este ensayo sobre Heredia nos ofrece lo esencial de la biografía del poeta y de su obra literaria. Para definir la importancia de la poesía de Heredia, Martí hace este símil: “Heredia tiene un solo semejante en literatura, que es Bolívar.” Y continúa: “Olmedo, que cantó a Bolívar mejor que Heredia, no es el primer poeta americano. El primer poeta de América es Heredia. Sólo él ha puesto en sus versos la sublimidad, la pompa y fuego de su naturaleza. Él es volcánico como sus entrañas, y sereno como sus alturas.” (p. 136)
Unas páginas más adelante el lector encontrará otro trabajo martiano sobre Heredia. Se trata del discurso que pronunció en Hardman Hall, en Nueva York, el 30 de Noviembre de 1889. Aquí, junto a su dimensión poética, va a dar su dimensión política. Hay que leer ambos trabajos para retornar al “primer poeta de América”, a nuestro primer poeta nacional, al poeta de la Cuba independiente que llamó a su pueblo a romper, con sus propias manos, las cadenas que le impedían ser libre. “Donde son más altas las palmas en Cuba, nació Heredia: en la infatigable Santiago”, dijo Martí (p. 166). La misma Santiago que un siglo después de Heredia, hace ahora sesenta años, daría el primer golpe para romper las últimas cadenas.
Entre ambos trabajos sobre Heredia encontraremos un artículo publicado en El Avisador Hispano-americano, en Nueva York, el 24 de enero de 1889, con motivo del fallecimiento de Antonio Bachiller y Morales, “una vida larga y feliz, empleada amorosamente en el servicio de la patria” (p. 143), del que se cumplieron en el 2012 dos siglos de su nacimiento. En ese trabajo, a propósito de que Bachiller estudió en el colegio de San Carlos, Martí nos ofrece una síntesis excepcional del mismo que resulta una caracterización de aquel ambiente intelectual de la época, que no era ya aquella en que el colegio no aceptaba alumnos que no fueran descendientes de “cristianos viejos, limpios de toda mala raza, o trajeran sangre de negro, aunque muy escondida” (p. 145). La obra enciclopédica de Bachiller, tan reconocida en su tiempo en Europa y América, es descrita por Martí. Incluye biografías de cubanos ilustres forjadores de la nación, estudios sobre los aborígenes cubanos, sobre los palenques, sobre ciencias naturales. Se le debe a la generación de cubanos del siglo XXI una reimpresión de las obras principales de Bachiller y Morales.
Más adelante encontraremos un artículo sobre el poeta Antonio Sellén, quien fue traductor notable. Era hermano de Francisco, “poeta de mérito nuevo y singular.” Sobre Francisco escribió un largo artículo que se publicó el 28 de septiembre de 1890 en El Partido Liberal, de México. El primer gran párrafo, y el artículo todo en su esencia, es una exposición de la poética martiana de la madurez. El estudio de la obra de Sellén lo hace comparativamente y destaca las literaturas y autores de las que el cubano se nutrió. Y precisa “No es poeta de una nota (…) sino que expresa la pasión, que es lo esencial de la poesía, como lo quiere el estado de su alma.” (p. 188) En este artículo se puede conocer lo que Martí piensa de la poesía del mundo occidental de su tiempo. Escribe: “Dígase la verdad que se siente, con el mayor arte que pueda decirla. La emoción en poesía es lo primero.” (p. 191)
De fecha 3 de junio de 1890 se incluye una carta de Martí a Manuel de la Cruz, el autor de Episodios de la Revolución de Cuba. Martí considera el libro “radiante y conmovedor” y le confiesa a de la Cruz que no puede tropezar con él “sin tomarlo de la mesa con ternura, y leer de seguido páginas enteras.” (p. 179)
Hay una carta de Martí a Gonzalo de Quesada sobre un libro que este quiere publicar y que ha titulado Primera ofrenda, que no debe pasarse por alto. A propósito del libro hay valoraciones que lo rebasan. Lo primero que elogia es la sinceridad y el no pretender copiar lo que está de moda. Lo demás, lo darán el tiempo y lo aprendido, el oficio de vivir. Es una carta de aliento y de reafirmación de principios.
En Patria, el 16 de abril de 1892, aparece un comentario de Martí sobre el libro Ensayos políticos, de Rafael Serra, el cubano negro que también creó en Nueva York la sociedad “La Liga”, para educar y superar a sus miembros, tarea a la que Martí contribuye dando clases. Del prólogo del libro, Martí cita lo que dice el autor: “No es el odio, ni el despecho, ni la presunción, el móvil que me impulsa a ofrecer este libro.” En el libro hay escritos que tratan de “la constitución de la República de Cuba, donde no se habla de blancos ni de negros; y el reglamento de “La Liga”, el corazón de Serra, donde se sientan juntos negros y blancos.” (p. 202)
Patria también abre sus páginas a poesías escritas por aficionados. Y ahí aparece una décima de juventud de Marcos Morales, campesino; hay otra de José González, de Bejucal, quien recuerda y sabe de memoria un soneto escrito por un muchacho bejucaleño, mulato, de 15 años, llamado José María Martínez, partidario de la independencia y que, después que un censor le hizo tachaduras a unos versos suyos, tomó el hábito de romper lo que escribía porque el censor le mataba a sus hijos del alma. Refiere Martí que este muchacho, genio malogrado por la opresión colonial, era bueno también en música y pintura. En el mismo artículo Martí publica otro soneto compuesto por Francisco Campos y Marquetti, farmacéutico de Bejucal.
También en Patria, el 19 de agosto de 1893, Martí da cuenta de la muerte de Augusto de Armas, poeta cubano residente en Francia, que escribía también versos en francés.
Hay otro poeta, Enrique Nattes, a quien Martí le escribe una carta y comenta sus versos en Patria, el 7 de noviembre de 1893.
Para Martí, en su obra de la forja de la unidad de la nación cubana, nadie era pequeño. Él lo explica en las palabras iniciales donde comenta un libro de Néstor Ponce de León titulado Galería de Colón, en el que recoge y comenta toda la iconografía disponible del Almirante de la Mar Océana. Escribe Martí: “La patria está hecha del mérito de sus hijos, y es riqueza de ella cuanto bueno haga un hijo suyo.” (p. 203)
El 31 de octubre de 1893 Martí publica en Patria una nota sobre la muerte del poeta Julián del Casal. “Por toda América era muy conocido y amado Julián del Casal”, escribe. Y dice más de este poeta modernista: “De la beldad vivía prendida su alma; del cristal tallado y de la levedad japonesa (…) De él puede decirse que, pagado del arte, por gustar del de Francia tan de cerca, le tomó la poesía nula, y de desgano falso e innecesario.” (p. 221) Luego resume la evolución de los modernistas, su paso de la copia de lo francés a la expresión sincera y criolla. Es en este trabajo en el que Martí refiere que mientras haya un bien que hacer, un derecho que defender, un libro sano que leer, una mujer buena, un amigo verdadero, podrá cantarse y elogiar lo bello y ordenado de la vida. También de este trabajo es la afirmación siguiente: “El verso, hijo de la emoción, ha de ser fino y profundo, como una nota de arpa. No se ha de decir lo raro, sino el instante raro de la emoción noble o graciosa.” (p. 222)
Patria publicó en 1893, prologado por Martí, el libro Los poetas de la guerra, que se refiere a la Guerra de los Diez Años. Ellos eran: Miguel Jerónimo Gutiérrez, Antonio Hurtado del Valle, José Joaquín Palma, Luís Victoriano Betancourt, Antenor Lescano, Francisco la Rua y Ramón Roa. Dice Martí que “su literatura no estaba en lo que escribían sino en lo que hacían.” (p. 230) Porque para Martí, “el hombre es superior a la palabra.”
En 1894, el 8 de septiembre, Patria publica un artículo sobre un libro nuevo del filólogo cubano José Miguel Macías, Vicerrector del Colegio de Veracruz, autor de un Diccionario Cubano de las Raíces Griegas y Latinas y un Tratado de Desinencias. El nuevo libro se titula Erratas de la Fe de Erratas de Don Antonio Valbuena.
¡Cuantos nombres perdidos en el olvido en nuestras historias literarias! Intelectualidad cubana que fecundó otras tierras, sin dejar de sentirse cubana.
Otros emigrados sí lograron, por lo excepcional de su obra, ocupar el lugar prominente donde se encuentran. Tal es el caso de Cirilo Villaverde, el autor de la “triste y deleitosa” novela Cecilia Valdés. El 30 de octubre de 1894, Martí publica en Patria un artículo con motivo de la muerte del insigne cubano que Domingo del Monte consideraba “el primer novelista de los cubanos” y que, según Martí, “compuso sus novelas sociales en lengua literaria (…) antes que diesen con el arte nuevo los narradores españoles.” (p. 241) Cuenta Martí que Anselmo Suárez y Romero, el autor de la novela Francisco, había dicho a un interlocutor: “Si quieres castellano hermoso, lee a Cirilo Villaverde.” (p. 242)
En uno de sus apuntes, Martí anota:” ¿Quién dio vida a la tragedia y campea sin rivales en el teatro español? La Avellaneda”. (t. 22; p. 175) Pero en cuanto a referencia pública parece ser la primera una crónica para la Revista Universal, de México, el 28 de agosto de 1875, cuando el joven Martí tenía 22 años y firmaba esas colaboraciones con el seudónimo de Orestes. En ella hace una comparación entre la poesía de esta y la de Luisa Pérez de Zambrana. Martí reconoce los méritos de la Avellaneda, pero su preferencia se inclina hacia Luisa. La Avellaneda y Luisa son para él “rosa erguida y nelumbio quejumbroso”, respectivamente. En este artículo, Martí escribe: “Se hacen versos de la grandeza, pero sólo del sentimiento se hace poesía” (t. 8; p. 311) En 1891, en defensa de la cubanía de la Avellaneda, en carta a Enrique Trujillo sobre la personalidad de Rafael María de Mendive, Martí recuerda, sumándose a su maestro, la defensa que este hizo de “la gloria cubana que le querían quitar a la Avellaneda.” (p. 251)
Martí no olvida a Plácido, ni a José Jacinto Milanés, ni a Juan Clemente Zenea. Adéntrese el lector en la obra martiana y comparta y disfrute con él su amor por Cuba.
Concluyo estas apretadas notas con el homenaje que le hizo Martí a José de la Luz y Caballero, “el padre, el silencioso fundador”, (p. 271) quien prefirió concentrar su obra en educar a la juventud de su tiempo y no escribió en libros, sino en las almas, como apunta Martí. “Nada quiso ser para serlo todo, pues fue maestro y convirtió en una sola generación un pueblo educado en la esclavitud en un pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres”. (p. 249)
Notas:
Martí, José. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, 1975. Tomo 5.
Como la mayor parte de las citas textuales que aparecen en este trabajo corresponden al tomo 5, al final de las mismas se indica, entre paréntesis, el número de la página en que aparecen. En los pocos casos en que las citas corresponden a otros tomos, se indica, también entre paréntesis, el número del mismo y a continuación, el de la página.
Temática: Libro y Literatura
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