PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu
Al fin El cimarrón se hizo teatro en La Habana, ciudad que vio nacer hace medio siglo el recital para voz y tres instrumentistas con el que el compositor alemán Hans Werner Henze llevó la historia de Esteban Montejo, magistralmente registrada por Miguel Barnet en Biografía de un cimarrón, al territorio de la vanguardia sonora del siglo XX.
Esta vez la pieza escapó de los límites de la ópera de cámara para ser espectáculo con todas las de la ley, por obra del director escénico alemán Andreas Baesler, de reconocida trayectoria en plazas tan exigentes como las de Geselkirchen, Essen, Hamburgo y Nuremberg, y la colaboración del director de orquesta Guido López Gavilán, los diseñadores Kaspar Zwimpfer y Marina Müller, y el coreógrafo Isidro Rolando.
Un escenario ubicado entre las gradas de la sala Tito Junco, del Centro Bertolt Brecht —Baesler declaró que atribuía un valor simbólico al hecho de que el estreno tuviera lugar en una institución habanera que honra al más revolucionario de los teatristas alemanes de la pasada centuria—, acogió la representación. Una jaula rodeando una escalera en espiral al centro del espacio, sacos de azúcar amontonados en uno de los extremos; en el otro, una cortina de cañas separando la acción del conjunto instrumental: elementos escenográficos de fuerte impacto visual y fácil desmontaje, como para poder ilustrar sin interrupciones el tránsito de la esclavitud a la libertad. En cada esquina del cuadrilátero, mesas con micrófonos, que recuerdan al espectador, en un procedimiento digno de la estética del Peter Weiss de La indagación, la raíz testimonial de la narración. (más…)
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