Fecha: 2013-03-08 Fuente: CUBARTE
El curso de la cancionística cubana abarca extensas zonas del establecimiento espiritual, en la expresión de una diversidad que tiene su concentración mayoritaria, en los temas referidos al intercambio amatorio.
El largo proceso de formación del componente trovadoresco en la música cubana, aportó una curiosa y compleja diversidad de actitudes, dentro de las que se distinguen con fortalezas muy peculiares las canciones de elogio y de diatriba.
Estas canciones expresan una diferencia obvia, la de establecer por una parte la confesión de cortejo y por la otra la posición de afrenta, una como resultado de una relación amatoria profundamente comprometida, y la otra de la frustración de ese vínculo afectivo. En estos ejemplos del importante trovador Miguel Companioni se materializan ambos estados.
“A la orilla del mar/ Herminia te encontré/ y en una linda playa tu nombre dibujé/ después que estuvo escrito/ lo tuve que borrar/ no fuera que una ola…
De A la orilla del mar
Si quieres conocer mujer perjura/ los tormentos que tu infamia me causó/ eleva el pensamiento a las alturas/ y allá en el cielo/ pregúntaselo a Dios.
De Mujer Perjura
Sin embargo, en ambas existe una similitud que las acerca en el contrato de existencia de esas sujeciones: el lirismo predominante en ambos casos, sin el cual no es posible identificar más allá de los propósitos, la fuente que cristaliza ese presupuesto en esa variante genérica.
Sin dudas la primera mitad del siglo XX, se caracterizó por la extensión de la diatriba en espacios que posibilitaron su aparición, bien porque cierto estado de frustración de índole social abrió las compuertas de ese estado de ánimo desde lo íntimo hacia lo público, bien porque la manipulación mercantil encontró en ella expresión exenta de otras limitaciones. A esto se incorporó el privilegio de los hombres, dominantes de espacios, de medios de difusión y de la posibilidad muchas veces para intervenir de forma agresiva, sobre la dignidad de las mujeres en desventaja.
De todas formas, el lirismo de distinguió con fortaleza, bien porque el emplazamiento de la música consiguió la correspondencia con las exigencias espirituales, bien porque el predominio de la poesía de marca neo-romántica determinó en muchos casos, la corriente amatoria de elogio y desamor contenida en esas canciones, como se advierte en una canción Eusebio Delfín; y de desamor y sublimación de la diatriba en otra de Graciano Gómez en relación cooperativa de Gustavo Sánchez Galárraga.
“En el tronco de un árbol una niña/ grabó su nombre henchida de placer/ y el árbol conmovido allá en su seno/ a la niña una flor dejó caer.
De Y tú que has hecho
“Cuando la hallé en el hondo precipicio/ del repugnante lodazal humano/ la vi tan inconsciente de su oficio/ que con mística unción bese sus manos/ Y pensar que hay quien vive junto al vicio/ como vive una flor junto a un pantano”.
De Yo sé de una mujer
También dentro de esa segunda mitad de la centuria, el movimiento del filin aportó un concepto diferente, transitorio de una poética no solo de la guitarra sino además del texto, en los cuales se hacía visible la profundidad de un lirismo definitivamente comprometido con la relación amatoria, con sus fracasos y sus alegrías y en la que la intervención de la guitarra exhibía una búsqueda de nuevas y complejas armonías, vinculadas a las provocaciones de un texto que no resultaba complejo, y arrastraba la impronta de aquella poética de delicada exploración, asunto de claras transparencias en estas canciones cardinales del filin como los siguientes temas. Uno de Ángel Díaz y el otro de Marta Valdés.
“Fuente de amor fuiste ayer, /hoy tristeza nada más/y tu lloras al saber la realidad. / Y al verte así…
De Rosa mustia
“Te juro que a veces/me asusto de ver/que te has ido adueñando de mí/y que ya no puedo frenar/ el deseo de estar/junto a ti.
De Tú no sospechas
En la segunda mitad de ese propio siglo, después del triunfo de la Revolución, el Movimiento de la nueva trova, comenzó a manifestar un lirismo en cambio, establecido por los giros de una nueva época, que recuperó las esencias humanistas muchas veces excluidas, le confirió a las relaciones de pareja una connotación de igualdad de derechos entre las partes, ocupó otros espacios de realización y en el orden de los contenidos, refirió patrones musicales de mixta construcción, asumió la pulsión de una poética estrechamente comprometida con la realidad de exigente cambio, con una forma completamente distinta de referir las relaciones amorosas y con un protagonismo constructivo en el mundo de dos, o de ruptura, de frustración de ambos desde elevada propuesta lírica. En los siguientes temas el primero de Noel Nicola, y en el segundo de Mike Pourcel estos conceptos adquieren legitimación.
“María del Carmen, tan limpia y tan virgen/limpia de ser virgen, libre de prejuicios/María del Carmen, tu entrega es total/porque a ti los misterios te sacan de quicio”.
De Para una imaginaria María del Carmen
“Y una de tantas mañanas se nos heló en la cama/el amor, como muerto, apareció desierto/en medio del recuerdo que se quedaba tendido/y quisimos salvar, pero ya estaba perdido.
De Ay del amor
En esa recuperación de los imaginarios, se localizaba una extensión del sujeto social hacia una afirmación del optimismo, sin descontar que en algunos casos el efecto de la pérdida como en el segundo ejemplo, hizo presencia en determinados autores, sin constituir una apología de la frustración y la pena.
Evidentemente los contenidos de otro lirismo que reconocía el elogio como agente de otros tiempos, decidía por los compositores de manera inconsciente su proyección hacia un destinatario, que por la diversa composición de sus edades, bien aprobaba o no los nuevos planteamientos, pero que comenzaba a decidir intenciones, en las que se identificaban exigencias sujetas a la iluminación de una época.
Alrededor de la década del 80 del pasado siglo, además de un enfoque mucho más cercano a la realidad, a sus luces y sus sombras, otros trovadores asumieron con sinceridad y sin prejuicios los temas de elogio y desamor, de diatriba incluso, para trazar una ruta aún no excluida de los planteamientos actuales de la trova cubana, en la que los impulsos del cortejo y de su elogio, contrapuestos a no pocos temas de marcada pérdida. De Raúl Torres y Lázara Rivadavia, dos canciones se definen, la primera más difundida y la segunda con un estrecho margen de propagación, pero al centro de las inquietudes de época.
No pienso que sufrir es aquella opción/ que nos dio algún Dios para salvarnos/ No apagues el candil/ o la nieve te hunde en el centro del dolor.
De Candil de nieve
“Llega/ has de mi/ más que suspiros/ maromas de locos/ deja el grito amanecer/ trae la suerte a esta mujer/ que canta y sueña/ por tenerte…
De Una mujer que canta y sueña (Carta)
Temática: Música
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