Meses atrás, me vi en la penosa necesidad de ripostar un rótulo de Fernando Ravsberg y compañía a través de Cuba, BBC y el caso Mazorra. Sin embargo, todo me hace indicar que asistimos a ¿mudanzas? en él.
Por mi parte, a principios de este año redacté Médulas en la actualización de un modelo y la inscripción que continúa:
“Es imperdonable en la Administración/quehacer a favor del pueblo cubano, un error por descuido, despreocupación… y el voluntarismo —más aún cuando existe suficiente experiencia para impedir efectos negativos/evitables en el Socialismo”.
Luego, encontré coincidencia con ese autor de origen uruguayo y corresponsal de BBC en La Habana, y escribí En Cuba: ¿“Buscando visa para un sueño”?, con apenas una observación.
Para esta oportunidad, dejo con mis lectores/as el fruto de El filito, del propio Fernando —se explica por sí mismo:
El fin de semana fui a recorrer los senderos del Valle de Viñales y pude ver cómo se transforma allí la vida de la gente. Dejé el automóvil en el mirador, donde varios restaurantes privados me ofrecieron la posibilidad de comer al regreso de la caminata.
Reservé en uno que construyó terrazas de madera en el aire, protegidas del sol por las ramas de los árboles y frente al valle, con una vista maravillosa y precios razonables, lo que me permitió compartir el almuerzo con turistas extranjeros y familias cubanas.
Pero esos restaurantes no son los únicos negocios que florecieron con las reformas. En la caminata por el valle nos encontramos un pequeño cubículo donde ofertaban diferentes jugos de fruta helados, algo que apetece mucho cuando el sol tropical se hace sentir.
La joven pareja que lo regenta nos cuenta que están ahorrando de sus ganancias porque quieren ampliar el negocio, sueñan con construir un gran ranchón bajo esos mismos árboles para que los clientes puedan consumir sus jugos sentados a la sombra.
Más adelante nos ofrecen caballos y carricoches para hacer nuestro recorrido “más cómodamente” y otro de los vecinos nos invita a una excursión por su campo de tabaco y los secaderos, dándonos una explicación detallada de su trabajo.
En la caminata, que incluyó escalar uno de los mogotes, atravesamos las fincas de una docena de personas, que se limitaban a saludarnos con una sonrisa, evidentemente acostumbrados a ver turistas pasando por en medio de sus tierras.
El pueblo de Viñales me sorprendió por la cantidad de extranjeros que pasean en sus calles y las decenas de hostales, cafeterías y restaurantes. Los hoteles del Estado tendrán que mejorar mucho si quieren competir con los particulares.
Es verdad que la zona tiene un enorme potencial turístico pero no es menos cierto que la libertad de trabajar en este sector amplió los beneficios a toda la población, en este caso las reformas permiten una más rápida y democrática distribución de las riquezas.
Observé en nuestro camino la cantidad de viviendas recién construidas, las que están en construcción y los materiales frente a otras que esperan iniciar las obras, de lo que deduzco que la fiebre por mejorar o ampliar la casa no afecta solo a los habaneros.
La venta liberada de materiales de la construcción y la agilización de los trámites burocráticos para conseguir los permisos están cambiando el aspecto de las ciudades y pueblos. Mucha gente ha optado por invertir los ahorros en mejorar sus condiciones habitacionales.
Y no solo se trata de ganar espacio o mejorar la solidez de sus casas, se preocupan también por la parte estética, pintándolas, construyendo muros decorados con piedras, poniendo portones de rejas forjadas o adornando con fuentes y maceteros sus jardines.
Ver a la gente buscándose la vida de forma independiente me recordó la película “Juan de los Muertos”. El personaje protagónico, un típico cubano de a pie, dice una frase que podría sintetizar el sentimiento nacional: “yo lo único que necesito es que me den un filito”.
De alguna manera las reformas económicas parecen haberse convertido en ese “filito”, ese pequeño espacio que necesitaban los cubanos para poder resolverse ellos mismos algunas de sus necesidades cotidianas sin tener que recurrir a la ayuda estatal.
La asistencia social seguirá siendo imprescindible para aquellos que no tienen posibilidades reales de sobrevivir por si mismos pero no tiene sentido obligar al resto de los ciudadanos a andar en silla de ruedas, cuando son personas con plena capacidad de caminar e incluso de correr.
Hace un tiempo un periodista de Granma aseguraba que los cubanos son pichones con la boca abierta esperando que el Estado los alimente. Sin embargo, la realidad evidencia hoy que cuando se les da espacio para volar se convierten en seres autosuficientes.
Solo advierto que Fernando Ravsberg no milita en el Partido Comunista de Cuba.
Ultima modificacion el Lunes, 18 de Marzo de 2013 16:23
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