EL DUENDE.
Los cubanos son muy dados a endilgarle apodos a las personas, unas veces por cariño y otras con acentuada “mala leche” con el propósito de desacreditarlo ante los demás.
A los apodos les llaman “nombretes” y a ellos los cubanos se ha acostumbrado desde que van al colegio a muy temprana edad. A todos nos conocían mas por el “nombrete” que por el nombre propio de cada cual.
Y a los apodos no han escapado a través de los años ni los cubanos de abajo ni los de arriba, hayan sido Presidentes, legisladores, alcaldes, jefes de policía o líderes políticos de mala fama o de gran respaldo popular.
“Nombretes” han habido para todos los cubanos desde que el Almirante Cristóbal Colón pisara en 1492 “la isla mas fermosa que ojos humanos vieran” y llamara “indios” a los aborígenes del lugar. Ese fue sin duda el primer “nombrete” en la historia de Cuba. Y a partir de ahí vinieron todos los demás apodos que por miles forman parte de nuestro lenguaje popular.
Dejando atrás los tiempos coloniales entramos en el Siglo XX de la era republicana que comenzó con la ascensión a la silla presidencial de Tomás Estrada Palma el primero en traicionar a José Martí. Le decían cariñosamente “Tomasito” para algunos la “gatica María Ramos la que tira la piedra y esconde la mano”.
Al General de la guerra de independencia José Miguel Gómez respetado por todos, aún por los españoles, cuando llegó a la presidencia de la república como, caudillo del Partido Liberal y su gobierno tomó el camino del robo y la corrupción le endilgaron el apodo de “Tiburón”.
“El que se baña pero salpica”. A su eterno rival, el también General Mario García Menocal jefe de los Conservadores, lo bautizaron como “El Mayoral”. “Que viene sonando el cuero” para hacer resaltar su carácter autoritario y de armas tomar.
Al Presidente Alfredo Zayas que llegó al Palacio con su Partido de bolsillo de “Los cuatro gatos” le decían sus amigos “El chino Zayas” y “El Pesetero” sus más enconados adversarios, para resaltar que se conformaba con poco a la hora de venderse al mejor postor.
Al dictador Gerardo Machado que antes de irse a la guerra independentista había sido dueño de una carnicería en la ciudad de
Santa Clara, le decían “El Mocho” porque se había cortado un dedo de su mano izquierda cuando descuartizaba una res . Ya en la presidencia y al convertirse en dictador le decían “El Carnicero” pero no precisamente por matar reses sino cubanos que se oponían a su dictadura sangrienta. Rubén Martínez Villena, el poeta revolucionario comunista de la “Pupila insomne” había bautizado a Machado como el “Asno”. El “asno con garras”.
Machado sin dudas que hizo grandes obras públicas en los años de su mandato. El Capitolio, la Carretera Central, la Quinta Avenida de Miramar y otras tantas que contribuyeron al desarrollo del país.
Carlos Miguel de Céspedes era el Ministro de Obras Publicas de entonces. Le llamaban “El Dinámico”. El Capitolio se construyó en apenas dos años y medio, un record aun difícil de igualar en los tiempos de hoy.
Con la Revolución de 1933 emergió otra Cuba y surgieron otros hombres en el panorama nacional. Uno de los Presidentes provisionales de aquellos convulsos tiempos fue el Ingeniero Naval Carlos Hevia y de los Reyes Gavilán. Ocupando la silla presidencial por solo 24 horas.
Años después Carlos Hevia era el candidato del Partido Autentico a la presidencia para las elecciones programadas para junio de 1952, comicios interrumpidos por el Golpe de Estado de Batista el diez de marzo. A Hevia también le tocó su apodo. Le decían “Reina por un día”.
Fulgencio Batista que de simple soldado llegó a Sargento, a Coronel, General, Presidente y dictador también le pusieron apodos. “El Indio”, “mulato lindo”. “El Negro”. “El hombre”. “El guajirito de Banes” así como el apodo cariñoso de su esposa Marta Fernández. Ella a Fulgencio le llamaba “Kuki”. De ahí que la finca de Batista en la afueras de la capital cubana se llamara “Kuquine”.
A uno de los presidentes títeres que Batista instaló en Palacio a mediados de los años treinta mientras el gobernaba como Coronel desde el campamento militar de Columbia le apodaban “Banquete”. Agripino Barnet lo único que hacía desde su cargo era presidir banquetes en el Palacio presidencial.
Otro Presidente provisional de esa misma época, el General Mendieta que Batista instaló en la casa presidencial al derrocamiento del gobierno revolucionario de Grau San Martín de 1933, le decían “El solitario de Cunagua”.
A Miguel Mariano Gómez, que había sido Alcalde de La Habana en tiempos de Machado pero en oposición al dictador fue otro Presidente que Batista derrocó desde Columbia en 1936. A Miguel Mariano le decían 88.
Antonio Guiteras Holmes, el revolucionario anti-imperialista de la Revolución del 33 le decían “El Bizco” por padecer de estrabismo en uno de sus ojos.
Ya a mediados del siglo XX otros hombres conformaban los nuevos tiempos. Al Senador Ramón Zaydin que había ganado fama por sus habilidades políticas lo bautizaron con el apodo de “Mongo Pillerías”.
Y al periodista Ramón Vasconcelos, director del diario Alerta que cambiaba de opinión según a su conveniencia, le decían “Vas con plata”.
Al Ministro de Obras Públicas en el gobierno Autentico de Grau San Martín en 1944 le llamaban “Pepe Plazoleta” mientras que a José Manuel Alemán, Ministro de Educación de ese mismo gobierno, uno de los políticos más corruptos de la historia republicana le decían “El Bicho”. Al propio Presidente Grau San Martín le decían “El Divino Galimatías” ya que cuando hablaba al pueblo, lo hacía de manera tan enrevesada que hacia recordar al cómico mejicano Cantinflas.
Cantinflas era su estilo favorito.
Al Jefe del Ejercito en el gobierno de Grau, Genovevo Pérez Dámera, hombre corpulento de mucho peso, le decían “El Gordo Genovevo” mientras que a Antonio “Tony” Varona Senador del Partido Autentico por la provincia de Camagüey le llamaban “El Mulo”, por su carácter brusco y pocas entendederas. Es famoso el epigrama que le dedicaron a Tony Varona cuando hizo unas desafortunadas declaraciones al momento en que el líder Ortodoxo Eduardo Chibás se debatía entre la vida y la muerte.
La juventud Ortodoxa del Partido de Chibás en rechazo a la declaraciones de Varona le envió al Senador Autentico cuatro
herraduras de mulo acompañadas de un epigrama que decía: “Cuatro herraduras calculo/ No han de ofender a Varona/ No ve su cerebro nulo/ Que la ofensa es para el mulo/ y no para su persona.”
Al dirigente comunista Blas Roca Calderio le apodaron “El Zapatero” mientras que al director del reaccionario periódico Diario de La Marina, José Ignacio Rivero, le decían “Pepinillo”.
Chibás no escapaba tampoco a los apodos. Desde sus tiempos universitarios le decían “El Loco”. Al Presidente Carlos Prio Socarrás entre sus íntimos le llamaban “Catuca” en referencia a uno de los personajes más conocidos de la radio cubana de los años 40 que se identificaba con ese nombre en el espacio radial de “Catuca y Don Jaime”.
Luis Conte Agüero, líder Ortodoxo de la provincia de Oriente y comentarista radial lo bautizaron como “La Mulata de Fuego”
Había dos “Polacos” en la vida pública cubana. Uno el dirigente y fundador del primer Partido Comunista de Cuba, Fabio Grobart . El otro el director de Radio-Miami y líder de la Juventud ortodoxa en los años 50 Max Lesnik.
Con el apodo de “gallego” hay cuatro. El “Gallego” José Ramón Fernández quien fuera uno de los héroes de Playa Girón y ex Ministro de Educación, el “Gallego” Gutiérrez Menoyo” de las guerrillas contra Batista en las montañas del Escambray, el «Gallego» Manuel Piñeiro Losada también conocido como » Barba Roja» y la “Gallega” Marina, la dueña de “La Casa Marina” de la calle Colón numero 258, el prostíbulo más famoso de la Cuba de Ayer.
Lo de “Cabezón” se lo endilgaron tanto al Presidente Oswaldo Dorticós como al líder estudiantil Ricardo Alarcón de Quesada quien después fuera Ministro de Relaciones Exteriores y Presidente del Parlamento Cubano.
Al Doctor Roberto Agramonte, candidato a la presidencia por el Partido de Chibás en las elecciones frustradas de 1952 le decían “Masa Boba” aludiendo a su constitución física un tanto adiposa mientras que al Presidente al triunfo de la Revolución en 1959, Manuel Urrutia Lleo le apodaron “Cucharita” por lo de que ni pincha ni corta.
Al líder estudiantil Presidente de la FEU y del Directorio Revolucionario José Antonio Echevarría le decían “El Gordo” o
“Manzanita”. Al guerrillero argentino cubana Ernesto Guevara de la Serna lo conocieron mundialmente como “El Che” mientras que a Fidel Castro en la Universidad le llamaban “El Guajiro”. Su nombre
clandestino de la Sierra Maestra era “Alejandro y después “El Caballo” y “El Uno” o para decirlo con señas, pasándose la mano por la cara por lo de las barbas.
Al actual Presidente de Cuba Raúl Castro Ruz le dicen “El Chino”, o El Dos” dejando para Fidel el título de “ El Uno” aunque ya no ejerce el mando en el país.
Si hemos olvidado a alguna que otra connotada figura de la vida cubana con nombrete conocido, que me perdonen mis queridos oyentes y lectores de Radio-Miami que esperamos por Uds. si tienen mejor memoria que yo.
Y hasta mañana miércoles amigos de El Duende que con mi gallo me voy cantando a mi tumba fría. Bambarambay.
Nota:
A Raúl también se le dice el duque aludiendo a ser el dos.
Esto sigue. Me acaban de decir que a un dirigente camagüeyano que solía decir cuando le planteaban un problema que todos conocían: “me desayuno ahora” le decían a sus espaldas “café con leche”
Hay apodos colectivos salidos de la sabiduría popular. Cuando la prostitución renació durante el periodo especial a las putas esas no se les llamó así porque las originales acudían al oficio más viejo de la humanidad por no tener calificación alguna y necesitar comer ellas y a veces los hijos que tenían. Las nuevas tenían en su mayoría calificación y lo hacían para tener lo que sus salarios no les proporcionaba y de ahí surge el de jinetera.
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