Virginia Alberdi Benítez
Los profesores y estudiantes de la Academia de San Alejandro han tenido por estos días la oportunidad, extensiva al público en general, de confrontar en la galería de esa institución marianense el arte del pintor y grabador alemán Caius J. Spillner (Munster, 1947), y de dialogar con el creador, experiencia pedagógica de notables beneficios.
Retrato de mujer por Spillner.
Adscrito a la tendencia figurativa, el realismo de Spillner se halla felizmente contaminado de una atmósfera lírica en la que de vez en cuando afloran elementos metafóricos que le confieren una imantación onírica a sus composiciones.
En el centro de la obra pictórica del artista alemán se halla la mujer. Curiosamente no es el modelo occidental al uso el que plasma en sus retratos, sin que por ello deje de ser válida universalmente su propuesta. Spillner, viajero infatigable, con exposiciones y estancias en diversas partes del mundo, quedó marcado por sus días en Indonesia, lo cual nos remite al impacto que en su tiempo tuvo la Polinesia en Gauguin. Sin embargo las visiones de Spillner no se recuestan en el costado exótico, sino con sumo respeto y compromiso explora miradas y gestos en los que se hace notar cierta carga melancólica y a la vez vindicativa.
Eso en cuanto a su pintura, en la que domina una sobria paleta de colores y un sentido de la armonía que tiene que ver tanto con su formación académica como con la sensibilidad que ha ido desarrollando en su contacto desprejuiciado con otras culturas, sin dejar de ser un artista de la tradición occidental en el que Picasso y Modigliani corren por sus venas.
Otro ángulo interesante es el que ofrecen sus grabados. Spillner trabaja la serigrafía como si fuera un artista de la madera (xilógrafo), con un estricto sentido del equilibrio, el contraste y la relación entre las formas y el soporte.
Con esta exposición y visita, propiciada por intermedio de la promotora alemana Gabriela Meyer-Ulrich, a quien debemos acciones de interés en favor de las artes visuales cubanas en la zona del Ruhr, se abre un capítulo que debe fructificar en el necesario contrapunto entre tradiciones académicas de dos realidades diferentes y un mismo espíritu de aventura.
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