Pedro de la Hoz
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Al repertorio pianístico cubano, con proyección internacional, le acaba de nacer una obra de notable alcance y significación, cuya importancia, me atrevo a vaticinarlo, se hará mayor con el paso de los años.
El joven pianista Fidel Leal.
La serie Bocetos, de Leo Brouwer, se escuchó por primera vez íntegramente en la Basílica Menor de San Francisco, para culminar un largo y prolijo proceso de maduración en el que la música convive con algunas de las expresiones visuales más genuinas de nuestro entorno histórico y actual.
Solo una criatura de vastísima cultura y mirada atenta como Leo, fue capaz de poner su arte al servicio de la exaltación de las obras pictóricas y los perfiles humanos y creativos, por ese orden, de Raúl Milián, René Portocarrero, Nelson Domínguez, Ángel Acosta León, Eduardo Roca (Choco), Manuel Mendive, Servando Cabrera Moreno, Carlos Enríquez y Raúl Martínez.
Nadie piense, sin embargo, en una sucesión de piezas descriptivas o programáticas. Tal como en su tiempo Modest Mussorgski, desde una óptica poliédrica y a la vez estilísticamente coherente, concibió sus Cuadros de una exposición, Brouwer se propuso y logró plasmar atmósferas y sugerir asociaciones que de muy diversas maneras se corresponden con la naturaleza de la creación pictórica, desplegadas en un conjunto de extraordinario empaque formal e imaginativa progresión.
Desarrollos contrastantes, dinámicas yuxtapuestas, motivos singulares y giros referenciales —por aquí el patrón de la habanera, por allá la célula rítmica de un canto yoruba; a veces la cadencia de un tumbao sonero, y en otro momento el relente de una contradanza— cimentan y levantan la estatura de la obra en cada una de sus partes y en su totalidad.
La revelación de tanta sustancial riqueza corrió a cargo de uno de los más aventajados discípulos del maestro Ulises Hernández, Fidel Leal, segundo premio en el concurso María Cullell, de San José de Costa Rica (2010) y primero en el Musicalia de La Habana (2011), quien no solo profundizó en las interioridades de la partitura, sino que complementó los bocetos con atinadas pinceladas improvisadas.
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