CARLOS BALIÑO
Eslabón indiscutible entre los mambises y las primeras generaciones de revolucionarios de la república neocolonial, descolló como escritor, en la tribuna, y al frente de los obreros en huelgas y protestas
Por: PEDRO ANTONIO GARCÍA (cultura@bohemia.co.cu)
Fotos: Archivo de BOHEMIA
(03 de junio de 2011)

A Carlos Baliño “jamás se le vio
flaquear ni exhalar una queja, ni
mostrarse cansado en la tarea
callada de ir tejiendo el alma
de la patria”
José Martí solía llamarle “ese cubano de oro”. Al patriota Ángel Peláez, en carta fechada en enero de 1892, el Apóstol recomendaba: “Quiérame a Baliño, que es redondo de mente y corazón”. Meses después, en el periódico Patria (7 de noviembre de 1892), le calificaba como “un cubano que padece con alma hermosa por las penas de la humanidad y solo podía pecar por la impaciencia de redimirlas”. Luego afirmaría en ese mismo semanario (10 de abril de 1893) que era una fortuna para Cuba el tener hijos como Carlos Baliño, quien “sabe conciliar la libertad ardiente con la elevación que la acredita y asegura, que padece, angustiado, de toda pena de hombre”.
Para la prensa obrera de los inicios del siglo XX era el “insurrecto indomable […], un hombre justo, un rebelde que vivió solo pensando y sintiendo por la liberación de su clase, para la que siempre tuvo su cerebro fecundo, su alma de poeta y su corazón desinteresado”.
En opinión del Boletín del cigarrero, publicación proletaria de la época en donde aparecieron muchos de sus trabajos, “no solo fue el escritor de prosa fácil, enérgica, hiriente, con que sabía mortificar a los opresores de su clase aherrojada”, sino también el poeta “que tuvo la satisfacción y el orgullo del rebelde, de hacer vibrar en notas melodiosas, en las cuerdas de su lira incorruptible, el dolor, las virtudes y el alma inquieta de los oprimidos”.
El patriota exiliado

Fundador, junto con José Martí en 1892, del
Partido Revolucionario Cubano
Carlos Baliño López nació en Guanajay, el 13 de febrero de 1848. A su padre, Carlos J., arquitecto e ingeniero, lo deportaron a una isla africana por sus actividades conspirativas contra el colonialismo español. Su madre, Dolores, era una independentista convencida. Gracias al tesón con que recopiló los escritos tempranos de su hijo, hoy podemos disponer de esa parte importante de su obra.
Muy joven empezó a colaborar con los tres periódicos existentes en su villa natal: El Alacrán, El Fénix y La Crítica. Estos escritos le atrajeron la animadversión de las autoridades. En 1869 se vio obligado a emigrar, de Matanzas hacia Nueva Orleáns. En tierra extraña se frustró para siempre su sueño de ser arquitecto y tuvo que trabajar de cajonero. En Tampa aprendió el oficio de tabaquero y se especializó como escogedor.
Su rebeldía le acarreó la persecución patronal. Abandonó Tampa y junto con quien sería la compañera de su vida y madre de sus hijos, Dolores del Corral, recorrió casi todo el sur de los Estados Unidos. Al contactar con obreros socialistas conoció los textos marxistas. Comprendió entonces que si bien su compromiso con el pueblo del cual era hijo comenzaba por la liberación nacional, una vez alcanzada la independencia de la patria habría que continuar batallando, esta vez por la emancipación plena del ser humano.
Y a la lucha primera, por la independencia, dedicó su mayor esfuerzo, sin tampoco descuidar los estudios sobre los clásicos del socialismo científico. Organizó clubes revolucionarios entre los cubanos que añoraban una Cuba libre y soberana. Con Martí y otros patriotas constituyó el Partido Revolucionario Cubano en 1892 y participó en la elección del Apóstol como el Delegado de esa organización. Néstor Carbonell rememoraría años después: “Laboró, durante… la guerra última (1895), por sacar al país amado del vilipendio en que la podredumbre colonial lo tenía. Jamás se le vio flaquear ni exhalar una queja, ni mostrarse cansado en la tarea callada de ir tejiendo el alma de la Patria, centavo a centavo y pecho a pecho. Porque él fue uno de los tejedores. Escritor y orador, su palabra pulcra, sus prédicas juiciosas, eran escuchadas con entusiasmo y con respeto”.
Regreso a Cuba

Buscó empleo en los talleres tabacaleros pero se
lo negaron porque la Sociedad (sindicato) de
Escogedores, integrada por españoles,
discriminaba al obrero cubano
Finalizada la contienda con el cese de la dominación española, aunque sin la obtención de la independencia absoluta para la Isla, Baliño retornó a la Patria. Buscó empleo en los talleres tabacaleros pero se lo negaron porque la Sociedad (sindicato) de Escogedores, integrada por españoles, discriminaba al obrero cubano. Para ganar el sustento trabajó en pequeños chinchales que pagaban una miseria.
Tras el establecimiento de la república neocolonial, Baliño previno a sus compatriotas sobre lo que él consideraba un peligro mayor: la expansión del capital yanqui en el país. Alertó acerca de cómo lastraba a la soberanía nacional la dependencia de Estados Unidos. “Sin libertad económica la libertad política no es más que un espejismo engañoso”, puntualizaba en un trabajo publicado en el diario La Discusión (5 de julio de 1902). “Prueba fehaciente de esta verdad es la situación por la que atraviesa nuestra patria. Roto el yugo de la antigua metrópoli política, […] está hoy el pueblo de Cuba esperando con anhelo la decisión del Congreso (norte) americano sobre la modificación de las tarifas, porque de ella depende su prosperidad o su ruina”.
A finales de 1903 participó de la fundación del Club de Propaganda Socialista de La Habana. Semanas después, ya en enero de 1904, miembros de ese club y antiguos integrantes de la Liga General de los Trabajadores crearon el Partido Obrero de Cuba (POC) cuyo órgano de prensa fue La Voz Obrera. Baliño alertaría en esta publicación (14 de mayo de 1905): “Si el programa íntegro del Partido Obrero se realizase mañana mismo, el sistema de explotación capitalista quedaría en pie y duraría muy poco el bienestar transitorio obtenido con esas reformas”. La única solución para los problemas de la clase trabajadora, razonaba, era la conquista del poder y la socialización de los medios de producción. De ahí su propuesta “de que el Partido Obrero adopte el programa y despliegue al viento la bandera del socialismo”.
En diciembre de 1905, al aceptar el programa máximo de los partidos socialistas adheridos a la Segunda Internacional, aunque nunca fue reconocido por esta, el POC adoptó el nombre de Partido Obrero Socialista de Cuba (POSC).
Propagandista del marxismo

En este local de la calle Zulueta,
perteneciente al Centro Obrero
radicó la Agrupación Comunista de
La Habana, fundada por Baliño y
otros patriotas en 1923
Por aquellos días (1905) apareció el folleto Verdades Socialistas, donde Baliño expone que ese sistema social es “el único capaz de moralizar las costumbres y las ideas, haciendo que la sociedad descanse sobre las bases de la absoluta y eterna justicia”. Sin dejar de reconocer la necesidad del movimiento huelguístico, señaló las limitaciones de ese método de lucha. “La huelga justa, oportuna y necesaria es un arma que todavía no puede desechar el obrero”, argumentaba. “Pero creer que el gremio (sindicato) y la huelga pueden librarlo de la explotación y la miseria, sería una ilusión […]. Nada que deje en pie el sistema de explotación capitalista y el asalariado puede impedir la miseria de las masas. Es, pues, indispensable una transformación completa en el sistema de producir y de distribuir, y a ese fin se dirige el socialismo”.
Paralelamente a la fundación del Partido Obrero Socialista de Cuba (POSC), un grupo de emigrados españoles constituyó la Agrupación Socialista Internacional de La Habana, que al fusionarse en 1906 con el POSC dio lugar al Partido Socialista de Cuba (PSC), cuya filial capitalina siguió denominándose Agrupación Socialista de La Habana, sin el vocablo “internacional”. En 1909 Baliño anunció públicamente su renuncia al PSC ante la posición de ciertos dirigentes de origen español que respaldaban la actitud chovinista de los sindicatos controlados por peninsulares, en donde discriminaban a los obreros cubanos.
La caída del roble

Casi septuagenario, se le veía en
los talleres, arengando a los
obreros, o junto a Mella y otros
compañeros al frente de huelgas
y manifestaciones
Del quehacer de Baliño entre 1910 y 1917 —y sobre todo, a partir de 1913— poco sabemos. El acucioso investigador sobre la historia del movimiento obrero, José Cantón Navarro, en cierta ocasión aventuró la hipótesis de que tal vez en esos años estuvo ausente del territorio nacional. Sí se conoce de su optimismo y entusiasmo por el triunfo de la Revolución Rusa de Octubre (1917). Ese año, junto con otros líderes obreros, revivió la Agrupación Socialista de La Habana.
Cuando se organizó en la capital cubana la primera agrupación comunista (18 de marzo de 1923), Baliño estuvo entre sus fundadores y fue miembro del primer comité ejecutivo. Luego, en 1925, participó en el congreso constituyente del primer Partido Comunista de Cuba.
A pesar de su condición de casi septuagenario se le vio desafiar a la policía en manifestaciones y mítines junto a veinteañeros como Julio Antonio Mella. Tenía entonces el pelo, la barba y el copioso bigote muy blancos y los obreros comenzaron a llamarle “el viejo roble”. Solo una dolencia mortal le apartó de la lucha. Hasta su lecho de enfermo fue a llevarle la orden de encarcelamiento un juez infame y cruel. El veterano patriota falleció el 18 de junio de 1926.
Con motivo de su muerte publicó el Boletín del cigarrero en su edición de julio de 1926: “Un insurrecto menos, un roble que cae desplomado por los años; pero hay un símbolo, un modelo de abnegación, un ejemplo de actividad y lealtad […] si alguna vez la debilidad nos hace retroceder, recordemos a Carlos Baliño”. En un aniversario de su natalicio, años después, el dirigente comunista Blas Roca agregaría: “Ha caído un roble, pero cientos de nuevos robles se están levantando. Que Baliño desde allá, desde lo hondo de su tumba, tenga la seguridad de que seguimos fieles a su memoria, que no se perdió la semilla que él sembró, que aquí estamos los granos germinados de su prédica, los hijos de su doctrina, para continuar la lucha hasta que Cuba sea de verdad libre completamente, hasta que nuestro pueblo esté libre de toda explotación y de toda miseria”.
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Fuentes consultadas
Las compilaciones Carlos Baliño, documentos y artículos (La Habana, 1976) y Movimiento obrero cubano, documentos y artículos (Tomos 1 y 2, La Habana, 1975). El libro de Olga Cabrera, Los que viven por sus manos (Ciencias Sociales, 1985). Textos periodísticos sobre Carlos Baliño publicados por el autor de este trabajo en el diario Granma (18 de junio de 1996 y 13 de febrero de 1998).
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