por Raynier Pellón Azopardo
Existe una dimensión de la proyección estadounidense hacia Cuba, que si bien ha sido utilizada recurrentemente durante el histórico conflicto, ésta ha adquirido matices dependiendo del contexto histórico, la dinámica interna y externa de los EEUU y el propio acontecer sociopolítico y económico cubano.
El espacio Dialogar, dialogar que promueve la Asociación Hermanos Saiz (AHS), convocó el pasado 31 de julio a debatir entre jóvenes, y académicos de reconocido prestigio acerca de los elementos novedosos de la política imperial hacia Cuba. El tema: ¿Qué cambia en la política actual de los Estados Unidos hacia Cuba? me motivó a pensar en los objetivos de política exterior de EEUU que se promueven y cumplimentan, no en pocos casos, a través de los aliados más fieles de la Casa Blanca.
Cuando de alianzas estratégicas se habla a nivel global, resulta obligatorio referirnos a la alianza trasatlántica, y específicamente al papel de la Unión Europea (UE), de cuyos veinte ocho Estados miembros, veinte dos son miembros de la OTAN, y en cuya proyección exterior asumen en lo fundamental el papel de “socio útil,” en una división del trabajo que termina afianzando la hegemonía de EEUU.
Como resultado, la relación entre la UE y Cuba ha estado lastrada por el vínculo entre ambos actores y los Estados Unidos, hasta el punto de mostrarse más que como una relación bilateral típica, como una triangular. Al respecto, la escasa relevancia de la Isla en la pirámide de prioridades externas de la UE ha privilegiado, por lo general, la calidad del vínculo comunitario con los Estados Unidos; mientras que en el orden político e ideológico, las tendencias constatan la permanencia de un consenso entre las fuerzas conservadoras europeas en el que se comparte la estrategia de promover, desde distintas aristas, la llamada “transición democrática “en Cuba.
La escasa cohesión política de la UE, particularmente en la esfera de Política Exterior y Seguridad Común, (PESC), y el sesgo abiertamente pro norteamericano de diversos Estados miembros, también se unen a los factores que limitan las posibilidades de que la UE promueva una política hacia Cuba independiente de los designios de Washington.
Son conocidas las agresiones provenientes de la UE contra Cuba que se han concertado en el Departamento de Estado de los EEUU, sin dudas la de mayor trascendencia es la Posición Común, basada en el «catálogo de medidas» presentado por el enviado especial de los Estados Unidos, Stuart Eisenstadt, en septiembre de 1996 y promovida por España en los marcos del Consejo de la UE posteriormente. El responsable de proponer las recetas de Washington al Consejo de la UE fue José María Aznar, cuyos vínculos con las organizaciones terroristas de Miami resultaba notorio.
La Posición Común dejó expresado por escrito los términos de un condicionamiento netamente político y marcadamente injerencista, preámbulo y plataforma de posteriores campañas mediáticas y de las propias sanciones aprobadas por la UE contra Cuba en el 2003. Su objetivo ha sido socavar los pilares del sistema político cubano y provocar un cambio de régimen en la Isla. En el documento se hace referencia explícitamente al propósito de “favorecer un proceso de transición hacia una democracia pluralista y (…) la apertura progresiva e irreversible de la economía cubana”. En otras palabras, y haciendo una lectura de la habitual intolerancia demostrada por las potencias occidentales hacia los modelos alternativos, el objetivo planteado es promover una transición hacia el modelo capitalista en Cuba.
El citado anhelo convergió con las pretensiones de todas las administraciones estadounidenses que han transitado desde enero de 1959 por la Casa Blanca, año en que le fue devuelto al pueblo cubano la dignidad de ser independientes, y la posibilidad de conducir el futuro sociopolítico y económico de su nación.
Atendiendo al objetivo de la Posición Común y el contexto en que fue aprobada, podemos afirmar que esta política vino a complementar y se subordinó al ilegal e ilegítimo asedio estadounidense contra la Isla. El entendimiento de la Unión Europea con Estados Unidos sobre la Ley Helms-Burton (LHB) en abril de 1997, constituyó una prueba fáctica de la convergencia de estos actores, y el apoyo de la UE a la política de subversión que dirige EE.UU. contra Cuba.
Según consta en el periódico El País del 13 de noviembre de 1996 , y la realidad lo confirmó cinco meses después, el enviado especial de los Estados Unidos, Stuart Eisenstadt, prometió a los países comunitarios que de apoyar el enfoque norteamericano, Washington “otorgaría” a sus socios sucesivos aplazamientos semestrales en la aplicación de la LHB. Eisenstadt se refería a la aplicación del Título III de la mencionada Ley.
Con ambas políticas, la Ley Helms-Burton y la Posición Común de la UE, se pretendía ignorar que en Cuba existe un sistema político democrático, legítimo, y escogido de forma libre y soberana por su pueblo, por lo cual, todo intento de promover reformas de su modelo desde el exterior, resulta ilegal e inadmisible para la sociedad cubana. La historia de la Revolución ha demostrado que la soberanía de Cuba no está en la mesa de negociaciones, por muy poderosa que sea la contraparte y por beneficioso que pueda resultar un acuerdo en el terreno económico.
Consecuentemente la adopción de la Posición Común condujo al continuo deterioro de las relaciones bilaterales con Cuba, con momentos de agudas tensiones. Uno de estos períodos de máxima tensión se produjo en el 2003 -ocasión en que fueron reforzadas las medidas contenidas en la mencionada Posición Común. Factores como el ascenso a la presidencia de los EEUU. de George W. Bush (2000) y el ingreso a la UE de diez nuevos miembros del Este europeo (2004), contribuyeron a que el enrarecido escenario se concretara.
Desde Cuba la respuesta no se hizo esperar. La suspensión de la cooperación con la UE y sus Estados miembros, y el congelamiento sufrido por los diplomáticos de los gobiernos de la UE que se sumaron a la política de invitaciones a la llamada disidencia, le dio una clara señal del error que habían cometido. Las políticas de presiones nunca han sido un camino fructífero para las pretensiones occidentales de incrementar su influencia en Cuba. La resistencia del pueblo cubano ante más de 50 años del bloqueo económico, financiero y comercial de los EE.UU. así lo demuestran.
No obstante, ha constituido una constante entre las tendencias y principios compartidos por EE.UU. y la UE, el intento de extrapolar a todas las naciones del planeta el modelo económico y sociopolítico imperante en los países capitalistas como única vía democrática al desarrollo, lo cual desestima los criterios, cultura y especificidades de las naciones subdesarrolladas. Desde esta óptica, son impulsados los criterios ideo-políticos occidentales de democracia, a la usanza liberal burguesa, como son el libre mercado, el multipartidismo, la libertad de prensa, entiéndase como la privatización de los medios de comunicación, y al menos desde el discurso, la defensa de los derechos humanos, y el respaldo a gobiernos que practiquen el estado de derecho.
Así mismo, se ha pretendido la homogenización de concepciones culturales y sistemas de valores, pues estos aspectos son necesarios para completar el proceso de gobernanza global.
También se aprecian importantes niveles de consenso en sus respectivas políticas de seguridad nacional, regional y mundial, así como las acciones para el logro de un entorno político y de seguridad favorables ante la necesaria internacionalización de sus capitales y actividades económicas; compartiendo la creencia en la legitimidad de su derecho a intervenir, agredir, o sancionar a los gobiernos o naciones que se opongan a sus intereses.
Cuestionar, debilitar, o destruir a gobiernos nacionalistas, prestos a construir modelos alternativos de desarrollo, o a aquellos regímenes que simplemente no son considerados funcionales ante los fines globalizadores, también ha constituido un objetivo común de EE.UU. y la UE en el escenario internacional. La aplicación de medidas políticas o político militares, la promoción de subversiones internas, y las campañas mediáticas dirigidas a deslegitimar sistemas políticos son algunos de los instrumentos, dentro de un amplio arsenal, en que cooperan estos actores.
La promoción que realizan los EE.UU. y aliados de su noción de buena gobernanza también ha respondido al interés de incidir en los asuntos domésticos de otros países. El cumplimiento de sus exigencias se transforma en requisito para facilitar el acceso a los flujos de ayuda externa, ser elegibles para préstamos bancarios, no confrontar malas calificaciones como posibles destinos de las inversiones extranjeras, ventajas comerciales o simplemente lograr la firma de tratados, convenios u otros beneficios.
En lo que concierne específicamente a Cuba, la UE ha pretendido legitimar y se las ha agenciado para contribuir al financiamiento de una oposición que ha construido y sufragado los EE.UU. en Cuba. Esta llamada disidencia ha demostrado carecer de los valores patrios más elementales y se ha caracterizado por su entreguismo y disposición ante los intereses imperiales en la Isla. Estos rasgos los justifican como agentes al servicio de una potencia extranjera, lo que constituye una grave violación del código penal en Cuba, pero también en la legislación norteamericana y europea.
Probablemente el ejemplo más visible de las contribuciones financieras de la UE lo constituya el Premio Sajarov que otorga el Parlamento Europeo (PE). Acompañado de una dotación financiera de 50.000 euros, desde el 2002 a la fecha esta institución ha recompensado en tres ocasiones a representantes de la pretendida oposición en Cuba. Cuando se decide galardonar a la contrarrevolución en Cuba en detrimento de todas las personas que arriesgan verdaderamente la vida en el mundo por defender la causa de los derechos humanos y las libertades, el componente ideológico de estos premios resulta mucho más visible que su objetivo oficial: “la defensa de los derechos humanos”.
Las resoluciones de condena emitidas por el PE han sido otro de los instrumentos que han apoyado “el enfoque norteamericano” referido a Cuba. En el 2004, 2006, 2007, y 2010 el PE emitió resoluciones condenatorias sobre “la situación de los derechos humanos en Cuba”. Al respecto, es importante destacar que como resultado de una proyección de doble rasero, las resoluciones del PE han contribuido a estigmatizar a países que no cumplen con sus cánones de democracia, evidenciando su intolerancia ante modelos alternativos. La correlación de fuerzas al interior de esta institución también explica su proyección respecto a Cuba y otros gobiernos progresistas de América Latina. Basta destacar que la suma de los escaños de los populares, los conservadores y los liberales es suficiente para alcanzar la mayoría absoluta del legislativo (55% de los diputados).
Otro factor a considerar sobre las resoluciones de condena emitidas por el PE es que ellas no son necesariamente representativas de la sociedad europea. Un recuento de la participación popular a las elecciones parlamentarias de la UE nos ilustran que desde el año 1999 asisten menos del 50% de los electores a las urnas. Teniendo en cuenta estos elementos, resulta legítimo hacernos una pregunta ¿Con qué respaldo moral el Parlamento Europeo pretende dictar recetas democráticas a un gobierno que es apoyado por la inmensa mayoría de su población?
El descrédito de la “oposición” en Cuba es bastante conocido, y aunque públicamente EE.UU. y la UE aparecen como los defensores desinteresados de sus derechos, siempre resulta interesante divulgar los verdaderos criterios que tienen sobre sus mercenarios, los cuales a pesar de los recursos políticos, económicos, y mediáticos que se le dedican carecen de toda base popular. Según consta en un memorándum confidencial enviado desde la SINA en La Habana el 15 de abril de 2008 al Departamento de Estado, estas son algunas de sus valoraciones :
“… ninguna prueba permite demostrar que las organizaciones disidentes dominantes en Cuba tengan una influencia sobre los cubanos ordinarios. Los sondeos informales realizados entre los solicitantes de visa y asilo han mostrado que apenas tienen conocimiento de las personalidades disidentes o de su agenda (…) A pesar de las afirmaciones según las cuales representan a «miles» de cubanos, no tenemos ninguna prueba de semejante apoyo, (…) no tienen influencia en la sociedad cubana y no ofrecen una alternativa política al gobierno de Cuba”.
Otros diplomáticos europeos comparten esta opinión, y la expresaron durante un encuentro con Jonathan D. Farrar: “Los representantes de la Unión Europea durante la reunión descalificaron a los disidentes en los mismos términos que los del gobierno de Cuba, insistiendo en el hecho de que “no representan a nadie”.
El doble rasero de la política euro comunitaria y su convergencia con EE.UU. en el escenario internacional desmienten por si solo el supuesto objetivo de pretender promover la democracia en Cuba y ser realmente defensores de los derechos humanos. La resolución adoptada por el PE en marzo de 2010 tomando como argumento la muerte de un preso común en Cuba, mientras no adoptó una sola resolución de condena al golpe de Estado en Honduras (junio de 2009), evidencia la actitud desigual de la UE frente a las contrapartes, cuyo referente real son los intereses del bloque y no la defensa de los derechos humanos o la democracia.
Un buen comienzo para la UE en favor de los derechos humanos sería condenar a su socio estratégico por las desapariciones forzadas, las torturas, las cárceles secretas y centros de detención donde no se reconoce el Derecho Internacional Humanitario ni la condición de seres humanos a cientos de personas. La UE tampoco ha adoptado nunca una posición común contra el represivo régimen israelí; los hechos confirman que Israel continúa privando a la nación palestina, con su política de asfixia económica y destrucción del pueblo, de sus más elementales derechos.
Tampoco ha condenado la injusta prisión que sufren Fernando González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Gerardo Hernández en cárceles de los EE.UU. por defender a sus coterráneos de la muerte y el terror. Al propio tiempo callan ante la protección que brinda Washington a terroristas confesos como Posada Carriles, autor de la destrucción en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación en 1976 y promotor de actos terroristas como las serie de bombas colocadas en La Habana en 1997, y que causaron la muerte a un joven italiano.
Son innumerables los hechos que evidencian el doble rasero y la complicidad existente entre EE.UU. y la UE en el escenario internacional, y particularmente como Washington ha promovido a través de sus aliados objetivos de su política hacia Cuba. Las menciones específicas para cuestionar a Cuba en las declaraciones finales de las Cumbres Trasatlánticas celebradas en 2007 y 2008 son otro ejemplo que lo demuestran.
(Continuará…)
Fuente: Dialogar, Dialogar
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