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Rosa Miriam Elizalde e Iroel Sánchez
P: Tú decías que había que enfocarse en un nuevo concepto, el nuevo profesional para estos tiempos…
R: Porque no lo hay.
P: Pero, ¿cuál es ese nuevo profesional?
R: Es un profesional, en primer lugar, multidisciplinario, con una cultura vinculativa, que quiere decir tener la capacidad de hacer mini doctorado sen media hora.
P: Y capacidad de asociación de cosas…
R: Yo digo que así como el psicoanálisis tiene una asociación libre de ideas; yo trabajo con una asociación de links.
Es decir, una cosa me lleva a otra y a otra, y esas son mis construcciones. Tienes que saber ubicarte en las informaciones, tener agilidad, y una capacidad de respuesta demoledora.
Si ocurre un fenómeno, un hecho, hoy, a las 6 y 3 minutos, a las 6 y 20, tú tienes que tener una visión.
P: En eso la cultura política juega un papel importantísimo.
R: Sí, claro. Aunque tu visión te sirva solo para decir “esto es letras rojas”.
P: Sin embargo, estas son funciones tradicionales. En los periodistas se supone que siempre debió ser así.
R: No a esa velocidad, ni con la misma precisión. Un periodista clásico es una persona con una enorme audacia, muy impúdica, y muy ignorante. Suena horrible, suena devastador; voy a explicarme.
La audacia es obvia, sí. Tienes que retratar la bala cuando está todavía en la boca del cañón. Eso es el horror y la gloria del oficio.
Segundo: impúdico, porque un periodista tiene que ser un disociado. Él tiene que poder poner un micrófono al agonizante. Si en vez de eso, le da respiración boca a boca, será un gran ser humano, pero perdió la nota.
Y esa falta de pudor te tiene que servir para vivir a empujones entre los demás y ganar. Y tiene que ser un gran ignorante, y esto que suena peyorativo es al contrario, es el mayor elogio. Un periodista tiene que estar muy consciente de su ignorancia, tiene que trabajar con ella. No trabajas con el conocimiento, trabajas con la ignorancia. Se hace necesario un mapa preciso de tus lagunas, y cómo rellenarlas, en cada caso. Tener una red-conciencia, una conciencia de dónde está la red, por dónde está caminando, por dónde están las tendencias.
P: Esto es característico del ámbito de convergencia que estamos viviendo en el nuevo mundo.
R: Creo que deben borrarse las diferencias entre redactor-reportero-fotógrafo-camarógrafo-editor y diseñador. Hay una nueva estética, nuevas consideraciones. ¿Altas resoluciones o rápidas transmisiones?
P: Estamos viendo ahora virtuosos de la fotografía y de la cámara, utilizando la estética del YouTube, para poder hacer producciones artísticas. Los planos ya no son estos cerrados de la cámara, no. El uso de tipos de cortes nerviosos que se hacen en YouTube, la desfiguración de los entornos. Cosas maravillosas.
R: Hay una estética ya derivada de eso, de las bajas resoluciones. Aunque ya esté llegando la alta resolución a Internet, se quedó el sello de la impronta de la baja resolución como un valor. Videos de 320 x 200 puntos.
P: La maravilla de los flash mob.
R: Exacto. Conciencia de red, oportunidad, precisión.
P: Hablamos de un nuevo profesional, pero estamos también hablando de una nueva redacción; es otra gestión. Nos gustaría mucho que explicara el modelo de gestión. Sería interesante hablar también de la propiedad, el concepto propiedad en La Jornada. ¿Por qué logran la independencia y no los han absorbido, como ha pasado con toda la prensa? El hecho de que sean una especie de isla.
R: El fondo de esto es no es más que la conceptualización de la información como una relación social. Una forma de relación social con sus propias lógicas. Es decir, informado e informarse, o informador, no tiene nada que ver con producto mercantil, ni con la relación profesor-alumno.
P: Con representación, mas la gente no quiere ser representada, quiere decir las cosas.
R: Cuando tú informas estás estableciendo una relación singular y particular con tu informado. Si partes de esa base, donde la información es una forma de relación social, como el trabajo, lo que tienes es que darle otras relaciones sociales que también se manifiestan en el oficio, en el medio, etc. Se subordina el mensaje, y no al revés.
Hoy día ocurre que las relaciones se subordinan a otras de carácter mercantil, esa es la base de la distorsión. Es decir, tú no te diriges a tu mercado, tú te diriges a tu público, y es fundamental saber discernirlo.
P: Ya no es una relación un poco direccional, tiene una lógica circular.
R: También, es decir, hay una retroalimentación, en la que tú tienes que considerar que los informados, la opinión pública vota. Vota y te deja de leer, te deja de abrir, te deja de comprar, te deja de ver y te deja de escuchar.
O no, no vota, porque está sometida por un poder monopólico y hegemónico. Pero nuestra aspiración es el poder monopólico, y cuando lo rompamos, la gente va a votar, y puede votar en nuestra contra: “No, ya no me sirves, ya me hiciste la transición, gracias”. Tienes que competir, no en términos comerciales, sino una competencia por los decorados.
P: ¿Cuál es tu percepción de la relación de los llamados nativos digitales con los “antiguos medios”? ¿Qué está pasando, por ejemplo, con La Jornada y los jóvenes lectores? Los jóvenes no quieren leer los viejos periódicos.
R: Hay un renacimiento de la relación. La Jornada nace, espiritualmente, estrechamente emparentada con los jóvenes universitarios. Son los profesores escribiendo en el periódico, hay cosas que les inquietan. La Jornada empieza a crear temas, empieza a crear el tema de las minorías…
P: ¿Cuántas visitas diarias tiene ahora La Jornada?
R: Un millón.
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