Nadie pudo calcular que la primavera romana estuviera marcada por una fiesta cubana de marca mayor, entre sones y columbias, cantos de origen yoruba y guarachas
Autor: Pedro de la Hoz | pedro@granma.cu
13 de mayo de 2014 22:05:53
ROMA.— Nadie pudo calcular que la primavera romana estuviera marcada por una fiesta cubana de marca mayor, entre sones y columbias, cantos de origen yoruba y guarachas.
Muchos acudieron al llamado del espectáculo de cierre del Tercer Foro Internacional de la Rumba Timbalaye 2014, pero otros que transitaban por el lugar quedaron atrapados por el fuego cruzado de ritmos y cantos.
En la Plaza de San Silvestre, en pleno corazón de Roma, la cubanía confirmó su vocación universal en una larga noche. “Queríamos transmitir lenguajes auténticos, para nada relacionados con los lugares comunes con que muchas veces se identifica en Europa lo cubano”, declaró a Granma el profesor, bailarín y coreógrafo Ulises Mora, coordinador general y fundador de Timbalaye.
“No es común esta afluencia de público en lugares abiertos, por eso nos estimula la respuesta de la gente”, comentó la embajadora de Cuba en Italia, Milagros Carina Soto, presente en la velada.
“Ha sido un espectáculo potente y diverso, que derriba tópicos y tiende puentes de entendimiento”, acotó Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Unos bailaron, otros se asomaron por primera vez a una cultura original y diversa; todos pidieron más cuando el espectáculo llegó a su final.
Estrella de la noche lo fue Francisco Zamora, Minini, director del conjunto Afrocuba, de Matanzas, portador de saberes populares. Primero cantó a las divinidades del panteón yoruba que hallaron un sentido renovado en una tierra donde fueron esclavizados mujeres y hombres africanos, y luego entregó obras memorables del complejo rumbero, que en su ciudad natal poseen un notable arraigo.
Reconocido con la placa especial que concede el evento, Minini también ofreció, en sesión aparte, una clase magistral sobre la rumba, introducida por la historia de Felipe Espínola, un negro criollo matancero que lideró un coro de claves a finales del siglo XIX, se incorporó al Ejército Libertador y, apresado por las autoridades coloniales, fue fusilado en el Castillo de San Severino.
Junto a Minini estuvieron los tambores de Julito Dávalos y Humberto la Película, consagrados percusionistas que en los últimos años han de-sarrollado carreras en Europa y en la isla son reconocidos por su actividad en el Conjunto Folclórico Nacional y otras agrupaciones.
Boleros y sones interpretados por el septeto Naborí, de la región oriental, exaltaron el legado trovasonero en sus más depuradas esencias.
“Somos rumberos y soneros —acotó Minini—, pero sobre todo gente digna que se ofrece, y eso es una conquista de la Revolución”.
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