
A la poetisa Ángela de Mela rindió homenaje la UNEAC. Su 60 cumpleaños fue el motivo para honrar a esta mujer, cuya obra han encomiado intelectuales como Dulce María Loynaz y Eliseo Diego, y cuenta entre sus fundamentales contribuciones la de haber sido fundadora del Festival Internacional de Poesía de La Habana y durante varios años miembro de su comité organizador.
Mucho de su espíritu quedó puesto sobre el tapete en la velada, pero a Granma la creadora que compartiera su vida con el poeta Félix Pita Rodríguez, ofreció particulares revelaciones.
—De Eulalia Ángela García Valdés a Ángela de Mela, ¿por qué el seudónimo?
—En los años setenta escribí un poema titulado Donde nombrar a Mela, es un texto donde se resalta la cubanía a través de un personaje para descubrir, al final de la lectura, que ese personaje es la suerte. Muchas personas al leerlo no lo asocian con aquella otra Mela de Lezama, que representa igualmente la cubanía más raigal en Paradiso. A Félix se le ocurrió que publicara aquel texto en prosa poética bajo el seudónimo de Ángela de Mela.
—Graduada de Historia por la Universidad de La Habana, pero adicta a la poesía. ¿Encuentra entre ambas realidades algún punto en común?
—No creo en la poesía como adicción, creo en la poesía como empeño para el mejoramiento humano y en la comunicación asertiva que establece, por eso quizás y desde este punto de vista, tiene mucho que ver con la historia, con el hombre. La Historia y la Antropología me han interesado siempre, pero he quedado en deuda con ellas, le he dedicado más tiempo y oficio a la literatura.
—Especialista principal de la obra del Premio Nacional de Literatura Félix Pita Rodríguez y actual depositaria de su legado intelectual. Haber sido la compañera de este singular poeta le deja una o varias divisas…
—Mira, cuando uno tiene la posibilidad de compartir la vida con alguien como Félix, tiene que pensar que ha sido un ser privilegiado. Él fue un poeta inmenso, pero con un profundo y auténtico compromiso social y todo desde una gran coherencia. Creo que su vida y obra constituyen un magnífico ejemplo para los jóvenes de hoy, porque fue un vanguardista, sí, pero que nos habló de la “irreverencia consecuente” de la irreverencia que sabe ponerse al servicio de una causa justa y noble.
—Para usted la poesía es el milagro para el que se nos ha dado permiso…
—La poesía es una manera de mirar el mundo y con ella, de su mano, podemos adentrarnos en la cotidianidad
sorprendente de la vida, de manera que es el milagro para el que se nos ha concedido permiso.
—Si como ha dicho, lo nuevo es tener una línea de continuidad, ¿se considera en sus empeños una creadora joven?
—Considero que no es condición de lo nuevo ser lo joven, hay una transmisión de valores, de conocimientos, un recorrido que es a mi manera de ver el mejor nacimiento de lo nuevo en su anclaje y destino. No todo lo joven es lo nuevo. En mi caso el magisterio de Félix dejó señales al camino, para que las mirara y las comprendiera. Trato de limpiar las polillas y las telarañas que siempre intentan añadirse a la vida para contrariar su curso verdadero, la vida es juventud.
—Si así fuera, ¿qué emociones la embargan en el momento de la creación? ¿O es la emoción la que la invita a la escritura?
—Esta es una pregunta que me resulta complicado de responder. No diría emoción, no depende demasiado de mi voluntad y sí de una sintonía difusa, de un trance que se cursa con la sensibilidad y los sentidos, aun cuando se trate de elaborar, elaboro el lenguaje, utilizo los recursos retóricos y poéticos, con el fin de aproximarme a lo que he visto o sentido, pero siempre es una sustancia donde se hace sencillo lo difícil.
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