
El encuentro de sensibilidades afines asistidas por sólidos argumentos profesionales reconocidos a escala planetaria —el director japonés Yoshikazu Fukumura y el pianista Frank Fernández— se tradujo, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, en un acontecimiento luminoso. Si a ello se añaden las motivaciones de la velada —celebrar los cuatro siglos de la llegada del primer japonés a nuestra tierra, el samurái Tsunenaga— podrá entenderse la connotación simbólica de la entrega.
No fue esta la primera vez que el diálogo entre la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Fukumura y la ejecución pianística de Fernández fluye con intensidad, pero sin lugar a dudas lo que sucedió el último domingo rebasó las más exigentes expectativas, al abordar el Concierto no. 2, de Serguei Rachmaninov.
Reflejo de un estilo romántico exacerbado y de una concepción virtuosa del piano, la partitura es uno de los conciertos más conocidos e interpretados en los programas sinfónicos del mundo y una de esas piezas que promueven en el espíritu de los oyentes un estado de sublimación.
Sin dejar de causar este efecto, la interpretación del maestro Frank Fernández eludió lugares comunes. Pocas veces se tiene un dominio tan equilibrado de los desarrollos temáticos y una capacidad tan ajustada para transmitir, a partir de lo ya conocido, imágenes renovadas. Fukumura y los músicos cubanos se atemperaron a esa dimensión, por lo que resultó un Rachmaninov grávido de sugerencias, pleno y radiante.
Aclamado por el público, Fernández fue a por más, con un tema suyo a dúo con el violinista Ariel Sarduy, extraído de una de sus famosas bandas sonoras para series televisivas, y Danza del fuego, de Manuel de Falla, alarde de virtuosismo y expresión.
Antes Fukumura, a tono con el carácter del programa, condujo a la OSN en la obertura de la ópera Semiramide, de Gioachino Rossini, resumen tópico de un estilo popular en la escena italiana que precedió a Verdi, y en la Cuarta sinfonía, de Beethoven, donde desplegó su profundo conocimiento de los perdurables y trascendentes valores del genio alemán.
LLAMADO DE ATENCIÓN
Este comentarista no puede dejar de llamar la atención sobre las molestias originadas por el sonido de los teléfonos celulares durante el transcurso del concierto. Faltó la oportuna advertencia que en todos los teatros del mundo se hace para que los timbrazos no compitan con la música. Y faltó cultura en ciertos espectadores.
Otro detalle: la ejecución de las obras de Beethoven y Rachmaninov fueron interrumpidas por aplausos y las luces de la televisión al final de cada movimiento. No todos saben que las obras sinfónicas, aunque divididas en partes, son unitarias.
Pero si no se les informa en los programas de mano —que por cierto no incluyeron las habituales notas sobre las obras—, poco favor se hace a sectores del público que no acceden con regularidad a los programas sinfónicos.
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