por Artur González
Aquellos que acusan a Cuba de intolerante, de no aceptar cambios ni libertad de pensamiento, ahora demuestran su verdadero fanatismo contra aquellos, que sin ser amigos de la Revolución ni nada que se le parezca, le han pedido al presidente Barack Obama, que suavice el bloqueo económico impuesto hace 53 años contra el pueblo cubano. Varios de los más acérrimos enemigos del proceso revolucionario como el viejo agente CIA Carlos Alberto Montaner, han perdido sus estribos al percibir que Obama pudiera ejecutar algunos cambios en el Bloqueo comercial, económico y financiero, y al menos permitirle a los ciudadanos estadounidenses viajar con plena libertad a la Isla, sin exigirle una licencia del Departamento de Estado.
Si el Presidente aprobara ese simple acto, le daría la posibilidad a todos sus ciudadanos de comprobar el engaño al que han sido sometidos durante medio siglo y que la Revolución socialista no ha violado los derechos humanos de nadie, la contrarrevolución no es “reprimida”, carece de apoyo popular y la gente dice y habla lo que le venga en ganas en cualquier sitio del país.
Los estadounidenses que viajen a la isla mayor de la antillas podrán darse cuenta que insatisfacción no es oposición y por tanto los reclamos populares de una vida mejor, no están relacionados con sentimientos contrarrevolucionarios.
Igualmente, se percatarán como su Gobierno mal emplea el dinero de los contribuyentes, en mantener a un minúsculo grupo de personas para que conformen matrices de opinión hacia el exterior, que ni trabajan ni estudian, solo son mantenidos por Washington con parte de los 20 millones que anualmente les aprueba el jefe de la Casa Blanca, en vez de revertirlos en el sistema de salud y educación de sus ciudadanos.
Los firmantes de la carta de marras no pretenden ayudar a mejorar la situación de Cuba, sino que buscan derrocar su actual sistema socialista desde adentro, de ahí que deseen accionar con el pueblo cubano, con el fin de influir sicológica y políticamente, para trasladar los valores de la sociedad norteamericana y corroer desde la base al pueblo.
Esa es la razón del interés demostrado en los trabajadores privados y las pequeñas empresas que se abren hoy en Cuba, pues sueñan en que estos puedan adquirir el poder económico suficiente para exigir cambios políticos, por supuesto a favor de los estadounidenses, y convertir a la isla en lo que era hasta 1958, una neo colonia yanqui.
Ante este temor, los recalcitrantes de la mafia anticubana insisten en mantener a Cuba en la lista de países terroristas, a pesar de llevar medio siglo siendo la víctima de acciones de ese corte, incluso el mismo Carlos Alberto Montaner es un prófugo de la justicia cubana por ejecutar actos terrorista al inicio de la década del 60 del pasado siglo, cuando fue reclutado por la CIA, asilándose en una embajada latinoamericana para evadir el peso de la ley.
Otro de los ardides empleados es fortalecer la campaña mediática sobre las supuestas actividades represivas contra el engendro made in USA, las Damas de Blanco y los miembros de la UNPACU, grupúsculo creado y financiado por Miami radicado en municipios de la provincia de Santiago de Cuba, integrado por personas de baja catadura moral y antecedentes delictivos.
Según Carlos Alberto Montaner, “la Casa Blanca debe escuchar a los legisladores norteamericanos de origen cubano y no necesariamente a los empresarios”, entre ellos los más “celebres” personajes de la mafia anticubana que han hecho carrera política y dinero hablando en contra de la Revolución más que de los problemas que tienen sus electores, entre ellos el senador demócrata Bob Menéndez, los senadores republicanos Marco Rubio y Ted Cruz, los congresistas demócratas Albio Sires y Joe García, y los congresistas republicanos Ileana Ros y Mario Díaz Balart.
Hace más de veinte años que en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el mundo rechaza el criminal Bloqueo comercial, económico y financiero de Estados Unidos contra Cuba y es precisamente la posición de la mafia anticubana la que presiona y cabildea en el Congreso para que permanezca inamovible.
Nada de esto ha logrado retrotraer a Cuba al pasado oprobioso cuando el embajador norteamericano decidía en la política interna. Por eso los firmantes de esa carta proponen un cambio para lograr el añorado derrumbe.
Para todo el que sepa leer y escribir, ni John Adams, Brigadier General del ejército norteamericano, ex vice jefe militar ante la OTAN y ex asistente del vice jefe del equipo de inteligencia del ejercito yanqui; ni Joe Arriola, ex gerente de la ciudad de Miami; ni Bruce Babbitt, ex gobernador de Arizona; ni Harriet Babbitt, ex embajador de Estados Unidos ante la OEA; ni Vicki Huddleston y Michael Parmly, quienes fueran jefes de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana que apoyaron a la contrarrevolución interna en Cuba, ni el mismo John Negroponte, ex subsecretario de Estado y ex jefe del Directorado Nacional de Inteligencia, pueden desear nada bueno para el socialismo cubano.
Se trata solo de un cambio de estrategia en su afán ponerle punto final a la Revolución, pero ante tantos fracasos acumulados, los retrógrados de Miami temen con toda razón que les pueda volver a salir mal y al final los que vayan por lana terminen trasquilados.
Fuente: EL HERALDO CUBANO
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