![]() Francisco Damián Morillas Valdés y Diamela María Morillas Naún • La Habana |
La identidad no deja de ser una especie de juego virtual al que nos es imprescindible referirnos para explicar cierto tipo de cosas, pero sin que tenga nunca una existencia real…, un límite al cual no corresponde en realidad ninguna experiencia. Lévi-Strauss, La identidad Nota introductoria Desde los tiempos de la España medieval cristiana los gobernantes aceptaban con la mayor naturalidad su condición de reyes de las tres religiones, razón por la que en las inscripciones funerarias procuraban alcanzar las raíces culturales de todos sus súbditos, haciéndolos escribir en latín, árabe y hebreo. Con la toma de Granada por la monarquía española, y el decreto por lo que se obligaba a la conversión, surgen aquellos que para no arriesgarse a la pérdida de sus tierras aparentan una conversión al cristianismo y al catolicismo en particular; surgen los criptomusulmanes (moriscos o moriscotes) dado que se tendría en cuenta para negar a los descendientes el estatuto de limpieza de sangre que exigía la inquisición[1]. |
Con el descubrimiento de América (1492) arriban a las tierras americanas los primeros elementos de la cultura árabe y, según el criterio de investigadores e historiadores, fue uno de los elementos que aseguró el éxito de la expedición de Cristóbal Colón, en lo fundamental a la aplicación de la más alta y superior técnica y experiencias de navegación[2] de los árabes, incluyendo el astrolabio, instrumento con el cual medían la altura de los astros sobre el horizonte y sus movimientos y que sirvió para confeccionar tablas astronómicas. Del mismo modo utilizaron el noctulabio para determinar la duración de la noche, así como la utilización de las velas triangulares del mismo origen y la utilización de expertos marineros árabes, lo cual nos recuerda la dominación árabe sobre la península ibérica por más de ocho siglos.
Los árabes: un nuevo ingrediente al ajiaco de la cultura cuba
La influencia de la cultura árabe también estuvo presente en el componente africano como mano de obra esclava. Llegaron grupos de musulmanes, sobre todo de los territorios de Achanti, Carromanti y Fulanis[3], especialmente a partir del siglo XVIII, de los cuales muchos sabían leer y escribir y tenían conocimientos de muchas materias, entre ellas de medicina, por lo que muchos fueron utilizados como médicos, especialmente en Jamaica. Testimonio de esto nos lo brinda Fernando Ortiz, quien comprobó la presencia berberisca a través de esclavos negros llegados a Cuba en 1568[4].
Otro referente aparece en los libros bautismales de la Catedral de La Habana en el siglo XVI[5], lo que permite sugerir que con los conquistadores españoles llegaron los árabes conversos al cristianismo, aun cuando tuvieron la oportunidad de expresar sus imaginarios religiosos a través de las artes y la arquitectura. Un detalle curioso es que gran parte de los edificios de La Habana Vieja están orientados hacia la Meca[6].
Con la conquista y colonización la presencia árabe pasa a ser un ingrediente más de la conformación de la etnogénesis de los pueblos americanos. Esta presencia árabe aportó nombres, palabras, alfabeto, arquitectura, actitudes sociales y valores culturales a todos los pueblos colonizados del mundo americano en los que ejercieron una marcada influencia. Dentro de esta subyace el legado hispano-musulmán que España en el proceso de conquista y colonización volcó en nuestras tierras de América como parte de la cultura material y espiritual, permeada de la onda y benéfica influencia árabe, y que aún prevalece en muchas de nuestras costumbres, en la forma de nombrar muchas cosas, al haberse enriquecido nuestro idioma español con millones de vocablos derivados de la lengua de los árabes, al igual que la arquitectura, los oficios, la farmacopea, etc.
El barrio árabe de Centro Habana
Es a partir de la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera del XX, que tiene lugar en Cuba fundamentalmente la entrada de libaneses, palestinos, sirios y en menor cuantía egipcios, argelinos y yemenitas por el puerto de La Habana y Santiago de Cuba.
Entre los lugares de asentamiento estuvieron las regiones urbanas de la Isla, las zonas comerciales, y los pueblos con desarrollo de la industria azucarera y la actividad ganadera.
Entre los años 1860 y 1930, se calcula que a Cuba arribaron unos 33 000 árabes. Ya por esa época, entre 1931 y 1951, la población musulmana en Cuba se duplica y los descendientes de aquellos esclavos vuelven su mirada hacia África y el Islam.
En La Habana, además del Centro Histórico y el municipio Centro Habana, los árabes residieron en otros municipios de la ciudad. Así, podemos localizarlos en Marianao, Santa Amalia, el Juanelo, etc.
La gran mayoría se asentaron en el llamado Barrio Árabe de La Habana, que abarcó las calles de Monte, San Nicolás, Corrales, Antón Recio y Figura, zona que inicialmente fue poblada por españoles peninsulares, pero en la que, a partir de la década de 1870 del siglo XIX, surgió un discreto asentamiento de inmigrantes libaneses, sirios y palestinos.
Los inmigrantes del barrio árabe desarrollaron en ese entorno una significativa infraestructura social que incluyo la creación de sociedades benéficas y culturales, prensa periódica, comercios y una organizada actividad religiosa.
Un elemento que favoreció el comercio de esta comunidad fueron los estragos causados por la Guerra de Independencia (1868-1878), que trajeron como consecuencia una economía necesitada de nuevas fuerzas de trabajo, y propiciaron las incursiones de los árabes en la esfera de venta de productos textiles, primero como vendedores ambulantes; luego, como propietarios de pequeñas tiendas, y finalmente como almacenistas e importadores.
Las sociedades árabes en Centro Habana
La primera referencia en cuanto a sociedades árabes en Centro Habana, la podemos encontrar en una hospedería de la calle Monte No. 248. Ya en 1885 comienza el vínculo de estas familias con la parroquia católica de San Judas Tadeo y San Nicolás de Bari, según consta en libro de bautismo de blancos[7].
Las asociaciones étnicas árabe (que se sumaron más de treinta) eran de tipo benéfica y recreativa, alguna tenían una finalidad política-religiosa, destacándose la Sociedad Palestina, por ser esta una de las más antiguas, fundada en 1919 en Ciudad de La Habana para agrupar a la colectividad de origen palestino y se caracterizó por ser una de las sociedades árabes de más pujanza en Cuba.
Por no poseer local propio, las reuniones y actividades sociales se efectuaban en la casa del secretario, ubicada esta última en la calle Alambique No. 4 esquina Plazoleta. Más tarde, tuvo local propio en la calle san Nicolás No. 220 y pasó, finalmente, a radicar en la misma calle San Nicolás e/ Corrales y Gloria.
Los salones de estas sociedades sirvieron para reuniones familiares, festejos y bodas, así como para aulas en las que se enseñaban a sus miembros a leer y escribir en su lengua natal y posiblemente este haya sido el primer lugar en Cuba en que se enseñó el idioma árabe[8].
En los primeros años del siglo XX arribó a la Isla una segunda oleada de inmigrantes árabes, entre los que se destacaron los cristianos maronitas del Líbano, que también se asentaron en el barrio de Los Sitios, en el barrio de Rancho Grande en Santiago de Cuba, en el municipio de Palma Soriano, en Ciego de Ávila y en Camagüey. Su actividad laboral estuvo dedicada en lo fundamental a la venta ambulante y, a pesar de su elemental español, este le fue suficiente para entenderse con los cubanos.
La sociedad libanesa de La Habana
Fundada en el año 1920 desempeñó un papel relevante dentro de las instituciones árabes. El primer local de esta sociedad se encontraba en la calle Monte, altos e/ Carmen y Figuras.
Posteriormente en 1951, hubo una separación en su membresía por lo que una de sus parte pasa a radicar en la calle Amistad e/ Reina y Dragones y continuó llevando el nombre de Sociedad Libanesa, la otra parte de esta membresía se estableció en la calle Indio No. 534 e/ Monte y Rayo, con el nombre de Unión Líbano Cubana. Entre sus actividades más sobresalientes podemos mencionar las que se realizaban en honor del 22 de noviembre, Día de la Independencia del Líbano. Esta fecha siempre se celebraba un domingo cercano a la citada fecha, en un centro recreativo, con comidas, brindis típicos, tómbolas y rifas[9].
El culto maronita
La presencia árabe, por la diversidad de lugares de origen se distinguió por su diversidad de cultos, y entre los más activos se destacan las practicas litúrgicas maronitas, quienes contaron con cuatro párrocos de su rito en La Habana. Estas celebraciones se realizaban en lengua árabe, en las parroquias de San Judas y San Nicolás, Jesús, María y José y del Santo Cristo del Buen Viaje.
También los maronitas oficiaron bodas, bautismos y defunciones de los miembros de la comunidad cristiana o árabe. Ya desde el año 1895 se efectuaban matrimonios interétnicos en la Parroquia del Santo Cristo del Buen Viaje.
A finales de la década de 1930 hasta 1952, en esta iglesia ofició Monseñor Juan Kouri Aramouni, el cual participó en la colocación de la imagen de San Marón, patrón de la feligresía maronita en 1943, y del panteón de la Sociedad libanesa de La Habana, en el Cementerio de Colón.
La prensa escrita
En el proceso de inculturación de la comunidad árabe en la sociedad cubana de fines del XIX y principio del XX, la misma llegó a tener su propia prensa escrita con la edición de periódicos en idioma árabe y castellano, entre los que se destaca el diario AL-FAIHAA (El espacioso) fundado el 16 de enero de 1931 por el inmigrante Kassin El-Himani, cuya redacción estuvo localizada en la calle San Nicolás No. 220.
La comunidad y sus oficios
Dentro de los oficios en que se desempeñaron estuvo el comercio ambulatorio, en el que adquirían retazos de telas a muy bajos precios y confeccionaban con ellas distintas piezas de vestir que luego vendían de casa en casa.
Con la apertura de almacenes de encajes, sedas, alfombras y otros géneros, o el establecimiento de oficinas comerciales, convirtieron la Calzada de Monte en una importante arteria comercial de la capital en cuyo entorno radicaron quincallerías, joyerías, tiendas de tejidos, sastrerías, mueblerías, platerías y restaurantes que ofrecían platos típicos de la culinaria levantina.
Se destaca dentro de la misma comunidad el establecimiento La verdad[10] de Maluf, el cual fue trasladado de la calle Monte No, 15 esq. Condesa[11]. Otra de las zonas de comercio fue la calle Bernaza, en la que confraternizaron con comerciantes judíos.
Hacia 1930 comenzaron a desarrollar la especialización en restaurantes y fondas. Dentro de la barriada de Monte se destacó la llamada Fonda de los libaneses, en la calle San Nicolás, administrada por Adle Shded y su hija Nazira Nemer, donde se expedían platos regionales como el Kibbeh, el Shik Barak y otros alimentos a partir de carnero y vegetales[12].
Otro restaurante famoso fue El árabe, propiedad del descendiente libanés Antonio Hebeiter y su esposa, más conocido como el restaurante de Antonio y Rosa, ubicado este en la calle Indio No. 19 el cual fue comprado a propietarios libaneses Youssef Abbo y Abdallah Chain[13].
Otro negocio fue la firma Faro del sector industrial, la cual se dedicó a fabricar y comercializar objetos y trofeos deportivos y fue ubicada en la calle Industria no. 454.
Para 1954, muy a pesar de la competencia, aparecen nuevos nombres como el de los hermanos Banet Saiden en la calle Galiano, los Chedeak en Monte, Salomón A. Chokha en Belascoaín y Juan Daxie en la calle Maloja[14].
Con el freno de la inmigración árabe, los cambios generacionales, las migraciones hacia los Estados Unidos y países de origen, se produjo el fin del comercio sirio, renglón ocupacional que identificó a este grupo.
Conclusiones. El impacto de la cultura árabe en la cultura cubana
Cuando ya se conocen cada uno de los componentes que han conformado la cultura cubana y hasta su hora de llegada a nuestras tierras, es importante destacar la influencia de cada uno de estos grupos en los caracteres identitarios de la cubanía.
De la influencia árabe se viene hablando casi desde los tiempos del mismo Cristóbal Colón hasta los más recientes estudios que recogen las áreas donde más influyeron. La presencia árabe se hizo sentir con más vigor en el lenguaje, la arquitectura, la música, los hábitos culinarios y la medicina.
La influencia fundamental de la cultura árabe nos llegó a través de la lengua, términos como zaguán, azotea, sofá, alcoba, alacena, anaquel, tarimas, tabique, alfombra, almacén, almohada, propios del mobiliario, útiles y parte del hogar, etc.
De la cocina nos llegaron términos como berenjena, acelga, aceite, almíbar, azafrán, paella, arroz, azúcar.
De los materiales y herramientas de construcción nos legaron términos como alicate, azoque, albañil, azulejo, avería, adoquín, atalaya, acequia, alberca, aljibe, alcantarilla, alféizar, alcanfor, andamio y alquitrán, etc.
En el vestuario encontramos términos como bata, gabón, alpargata, ajuar, toldo, alfiler, alhaja, etc.
De los términos administrativos tenemos aduana, arancel, aldea, alcalde, alguacil, tarifa, sultán, alquiler, etc.
Del universo de las plantas tenemos árboles, flores, adelfa, azucena, jazmín, algarrobo, algodón, tamarindo, este último proveniente del Tamal hindi, y significa dátil de la India.
Entre los nombres de animales también tenemos términos de raíz arábica, jabalí, lobo, alacrán, etc.
Todo esto nos permite comprobar cuan arabizada o cuanta influencia ha ejercido la cultura árabe como elemento enriquecedor de la cubanía.
Bibliografia
González, Mario; en Los Árabes. Civilización y Cultura. Editorial ciencias sociales, La Habana, 2003. P. 166.
Cevero Bital, Oliver; “Los árabes”. Ponencia presentada en el I Encuentro de Patrimonio, Identidad Cultural y Tradiciones. Ciudad de la Habana, mayo de 2006.
Ortiz, Fernando; Los negros esclavos, Editorial ciencias sociales, La Habana, 1987, p. 43.
Menéndez Paredes, Rigoberto; Componentes árabes en la cultura cubana.
González Quiroga, Mario; “El Islam en Cuba. Un fenómeno nuevo.”; en: Globalización Religiosa y Neoliberalismo. III Encuentro Internacional de Estudios Socio-Religiosos. La Habana. Cuba. Vol.1. Publicaciones para el estudio científico de las religiones, 2004.
Las Sociedades árabes. Libro de promoción histórico cultural de la Sociedad Árabe de Cuba, 1969.
Tomado de Sociedades Árabes de Cuba. Apuntes históricos.
[1] González, Mario. En Los Arabes. Civilización y Cultura. Editorial Ciencias sociales, La Habana, 2003. P. 166.
[2] Cevero Bital, Oliver. “Los árabes”. Ponencia presentada en el I Encuentro de Patrimonio, Identidad Cultural y Tradiciones. Ciudad de la Habana, mayo de 2006.
[3] Idem. González, Mario.
[4] Ortiz, Fernando. Los negros esclavos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 43.
[5] Menéndez Paredes, Rigoberto. Componentes árabes en la cultura cubana.
[6] González Quiroga, Mario. “El Islam en Cuba. Un fenómeno nuevo.”; en: Globalización Religiosa y Neoliberalismo. III Encuentro Internacional de Estudios Socio-Religiosos. La Habana, Cuba. Vol.1. Publicaciones para el estudio científico de las religiones, 2004.
[7] Tomado de ob, cit Los componentes árabes en la cultura cubana. En ella se hace mención al folio 611 y 612, asiento 1131, 1132 y 1133.
[8] Idem, p. 6
[9] Tomado de Sociedades árabes de Cuba; apuntes históricos.
[10] Como casi todos los datos para este artículo, estos fueron localizados en el texto El componente árabe en la cultura cubana.
[11] Citado por Rigoberto Menéndez de Guía Comercial Brilly-Bailliere, 1916.
[12] Menéndez, Rigoberto. Nazira, la última maronita, publicado en Revista Opus Habana, Vol. II. No. 2. Ciudad de la Habana, 1998
[13] Idem Ob, cit. El componente árabe en la cultura cubana.
[14] Ob, cit, p. 43-44
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