
La tarea que tiene por delante el magnate del chocolate y nuevo presidente ucraniano, Petró Poroshenko, es mucho más compleja que venderle un dulce a un niño.
Tras unos comicios marcados por la inestabilidad y la ausencia de las regiones independizadas del este, Poroshenko asumió las riendas de un país dividido, prácticamente en un escenario de guerra civil, e inmerso en una profunda crisis económica y social.
Curiosamente, el multimillonario llega al poder tras un golpe de Estado propiciado por fuerzas que se catalogaban de “populares” y “antioligárquicas”.