Frente al Palacio de Computación en La Habana, justo al lado de la parada del P7, hay dos grandes árboles muertos.
Los que un día dieron sombra a los transeúntes hoy yacen podridos y en estática milagrosa, como algunos de sus edificios vecinos que no han podido resistir el paso del tiempo. Una gruesa rama pende sobre las cabezas de las miles de personas que a diario se amontonan en la parada esperando la guagua; sólo sostenida – increíblemente – por los cables telefónicos que dan servicio a las viviendas cercanas; cada día se inclina más, cada hora amenaza con causar una desgracia y enlutar a una familia cubana. Los más avezados miran hacia arriba y se apartan, los entretenidos y los imprudentes buscan la sombra estrecha que todavía brinda el podrido palo que un día fuera árbol. (más…)