
Todavía recuerdo a Paula, la enfermera. Era ella la que, luego de las estrepitosas caídas y con ese “cuando van a aprender” en tono aleccionador, curaba después del regaño las maltrechas rodillas de todos los chiquillos de la cuadra. Era ella quien calmó muchas veces nuestra fiebre. Bastaba llegar hasta el consultorio, incluso en horas de la noche, y ella estaba dispuesta a recibir y atender. “Para eso es la enfermera de la familia”, decía.
En tres décadas Cuba ha tenido muchas Paulas, profesionales de la salud entregadas a su comunidad. Y justo en este enero cumple 31 años de vida el tercer gran programa que con el triunfo de la Revolución se implementaría en la atención primaria de salud: el del Médico y la Enfermera de la Familia.