Una semana sin telefonía celular, sin Internet, sin televisión, sin radio. En medio de las montañas del Escambray, con caminatas diarias por el monte, baños frecuentes en el río y juego de dominó por las noches. Ah, y muchas bellas imágenes…
Ese podría ser un resumen, más o menos exacto, de la aventura en que resultó el primer concurso de foto-naturaleza, iniciativa del círculo especializado de fotorreporteros de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en la cual participé junto con mi hijo Javier y mi pareja.
Colegas de varios medios de prensa y provincias, junto con niñas, niños y adolescentes que tenían la experiencia de los cursos de verano de fotografía Primeros Píxeles o la influencia y motivación familiar, nos fuimos a la base de campismo Río Seibabo, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Santa Clara, justo en el límite entre las provincias de Villa Clara y Sancti Spíritus, próxima a un pequeño poblado con nombre garcíamarquiano: Güinía de Miranda.
La sequía intensa que ahora azota la zona no pudo impedir que disfrutáramos de una naturaleza exuberante en especies de la flora y la fauna. Pájaros carpinteros, cartacubas, tocororos, flores coloridas y curiosos insectos, e incluso algún que otro reptil o anfibio, posaron para lentes avanzados y primerizos, para cámaras de gran potencia y pequeños artilugios para turista.
No quedaron fuera de nuestro asombro citadino ni caballos, ni vacas, ni toros, ni perros, ni bueyes, ni cerdos que deambulaban por aquellos parajes, casi jíbaros muchas veces. Aquí la comida anda suelta, bromeó alguien.
Javier lanzó su grito de independencia y nos dejó solos a Miguel Ángel y a mí, para ir a la cabaña multitudinaria de dos grandes amistades nuestras, con otros cuatro adolescentes. Hicieron y deshicieron, exploraron y pernoctaron en carpas durante toda una jornada de 24 horas sin retornar al campismo; aprendieron a compartir esfuerzos y alegrías entre abundantes juegos y varias responsabilidades.
Desde cuidar las plantas y los animales para fotografiarlos sin causarles daño; recoger la basura para no dejar latas, botellas, plásticos u otros desechos en las zonas de acampadas; ver cómo viven las familias campesinas y conocer la célebre hospitalidad guajira, hasta ayudar a sofocar un pequeño incendio forestal en las inmediaciones de la base, fueron enseñanzas que llevaron consigo.
La tropa más joven o inexperta aprendió también a conocer a fondo el equipo que llevaban y sus posibilidades, ya fuera un celular o una pequeña cámara. Las personas adultas disfrutaron como si volvieran a la niñez, y cada adolescente ensayó rigores de la vida adulta.
A mí en particular, lo que más me llamó la atención de la zona no fueron sus especies vivas, sino su geología. Nunca vi tantas formaciones rocosas de distintos colores, brillos y texturas. En muchos sitios las lajas del río quedaron al descubierto por la severa depresión del cauce, y ofrecían vistas espectaculares.
A cada paso encontraba una roca que me habría gustado conservar. Me traje a casa un breve cargamento de piedras, y no fui el único.
La competencia fue además bella y generosa. Cada quien elogiaba la foto que conseguían hacer los demás. El jurado tuvo la tarea más difícil, pero la cumplió con seriedad y sabiduría. Los resultados oficiales seguro los publicarán en la página de la UPEC. Por el momento, acá está el reportaje que hicieron colegas de la Agencia Cubana de Noticias:
Javier consiguió una mención especial en Paisaje, en la competencia de los profesionales. Miguel Ángel obtuvo también su mención en la categoría de fotografía macro.
Y aseguran los organizadores que muy probablemente para el verano, o quizás antes, habrá una exposición colectiva con todas las imágenes que recibieron premios y menciones, en la Casa de la Prensa, en el Vedado.
Tanto a mi hijo como a mi pareja — ¡y también a mí, no faltaba más!— ya nos hace ilusión ver sus fotos enmarcadas. Serán las primeras, y quizás las últimas, al menos por un buen tiempo.
Porque olvidé un pequeño detalle, una nimiedad, un percance casi sin importancia, dentro de tanta felicidad, ¿verdad?: todo parece indicar que el penúltimo día Javier zambulló en el río mi cámara digital.
Deja una respuesta