
REMEDIOS, Villa Clara.—Las parrandas de la villa San Juan de los Remedios, son consideradas la festividad más antigua de Cuba, la cual surgió cuando el padre Francisco de Quiñones, que oficiaba en la Iglesia de la octava localidad fundada por los españoles en la Isla, en el siglo XVI, ante la ausencia de feligreses a la llamada Misa del Gallo, ideó que los muchachos del pueblo despertaran con pitos, fotutos y latas a los vecinos, obligándolos a acudir a la ceremonia religiosa.
Cinco siglos después, el hecho cultural sigue ahí, cuidado y bendecido por su pueblo, el cual se resiste a perder una tradición que es considerada con justeza como Patrimonio Cultural de la Nación.
Dignos representantes de los parranderos remedianos son José Enrique Jiménez y Francisco Reinaldo Gutiérrez, quienes lideran los barrios El Carmen y San Salvador, respectivamente, a quienes les corre por las venas un fenómeno cultural identificativo del pueblo que este 24 de junio celebrará el aniversario 500 de su fundación.
Algunos dicen que son muy buenos amigos, otros que son rivales irreconciliables, lo cierto es que no puede hablarse de las parrandas de Remedios sin acudir a estos dos líderes populares, quienes al hablar de sus jurisdicciones, desbordan una emoción sin par, exteriorizando así el sentir de miles de seguidores.
José Enrique lleva más de 20 años vinculado a la actividad, con la cual comenzó a relacionarse cuando apenas era un niño. “Es que a la parranda nosotros la cargamos en la sangre, la vivimos de manera muy intensa, se acaba una y comienza la organización de la próxima”, asegura.
Quien no ha tenido la posibilidad de vivir esta experiencia, no puede tener la más mínima idea de lo que disfruta el pueblo ese día, y también lo que sufre cuando las cosas no salen como estaba previsto, expone el presidente de El Carmen, barrio que tiene como símbolo al Gavilán.
Señala asimismo, que es la población quien de manera masiva participa en la organización de las carrozas, los trabajos de plaza (adornos, luces…), y en el montaje de los fuegos artificiales, por eso, en los meses y días previos al jolgorio, puede verse a carpinteros, electricistas, vestuaristas, diseñadores, costureros, pintores y decoradores, entre otros actores, trabajar hasta el cansancio por el bien de su barrio.
Por su parte, Francisco Reinaldo Gutiérrez, el máximo responsable de San Salvador, comarca identificada por un gallo, señala que lo más grande que tiene la parranda es el fuego, sin el cual la fiesta estaría incompleta. “Puede haber carrozas muy bonitas, excelentes trabajos de plaza, pero si fallan los voladores todo se viene abajo”.
Sobre la rivalidad entre ambos barrios, Paquito reconoce que es real, sin embargo es una confrontación sana y fraternal, cuyo único propósito es poder disfrutar y que las cosas salgan bien, para que al final se dé una fiesta como todos esperan.
“En la práctica nos espiamos mutuamente para saber por dónde anda el barrio contrario, qué están tramando y cuántas iniciativas nuevas tienen para ese año”, reconoce el famoso parrandero, quien explica que cuando detectan a alguien del bando rival en los lugares donde preparan la fiesta, lo expulsan del sitio.
Añade, que la preparación de la parranda, que se realiza el 24 de diciembre, es como una gran conspiración, en la cual se realizan reuniones secretas para explicar los planes y también analizar la información obtenida acerca del contrario, a partir de la cual refuerzan aquellos aspectos que consideran más débiles.

Si vemos que ellos son más fuertes en los trabajos de plaza, nos damos a la tarea de mejorar los nuestros; y si su carroza está regular, entonces mejoramos aún más la de nosotros para ganar en ese aspecto, explica Francisco.
Sobre la manera de decidir el ganador, José Enrique explica que no existe ningún tribunal para determinarlo; eso lo dice la gente. “A las seis de la mañana del 25 de diciembre se hace una conga y para donde se vayan las personas ese es el ganador. Entonces un fanático de esa jurisdicción sube a la cúspide del trabajo de plaza e iza la bandera del barrio en señal de victoria, aunque al final todos sabemos que quien gana es el pueblo”.
Añade que como son tres momentos importantes: los fuegos, las carrozas y los trabajos de plaza, se pueden ganar en los tres aspectos, o de manera dividida, aunque insiste que el tema de la cantidad y calidad del fuego decide.
Al respecto Paquito Reinaldo señala que previo a la parranda, el 8 de diciembre se realiza la parranda infantil, una actividad que en los últimos años perdió un poco de tradición y que se proponen rescatar este año, a lo cual sigue una hora de fuego de cada barrio los días 15 y amanecer del 16, acción que constituye la antesala de lo que acontecerá el gran día.
La fecha decisiva, a las cinco de la mañana se realiza una diana, a cuya señal salen las congas de cada bando, produciéndose un fuego pequeño. Luego, en horas de la tarde, a partir de las 4:00 p.m. y hasta las 5:00 p.m. se intensifica el tiro de voladores morteros y palenques, turnándose cada barrio de manera respetuosa cada una hora.
Más tarde, a las 9:00 p.m. se encienden los trabajos de plaza, para que el pueblo los disfrute hasta las 11:00 p.m. de la noche, a lo que sigue La Misa del Gallo a las 12:00 y el reinicio de los fuegos artificiales, los cuales suelen ser más vistosos e intensos que los anteriores, explica el responsable de San Salvador, quien precisa que al concluir ese momento es cuando salen las carrozas, tras lo cual se vuelve a llenar el cielo de fuegos artificiales.
Acerca de ese pormenor, José Enrique Jiménez narra una anécdota que ilustra las tensiones que se viven en ese instante. Cuenta el parrandero que hubo un año en que el tractor que halaba la carroza no podía doblar en el parque, y la gente fue a su casa buscó grasa y la regó debajo de las gomas, logrando así el objetivo previsto, lo cual provocó muchas lágrimas de alegría porque fue la salvación del Carmen esa noche.
Hechos como ese demuestran el apego y la decisión de los pobladores de la octava villa de no dejar morir la parranda remediana, a la cual consideran como la madre del resto de los jolgorios de este tipo que tienen lugar en otros pueblos de la región central de Cuba.
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