por Guillermo Rodríguez Rivera
He leído una carta en la cual el Club de Madrid demanda al gobierno venezolano que ponga en libertad a los “encarcelados por supuestos delitos de opinión” y a “aquellos líderes políticos de la oposición que, por el hecho de serlo, siguen viéndose privados de dicha libertad”.
No sabía yo qué era el Club de Madrid: si un once de futbolistas, una fundación de beneficencia, o una exclusiva sociedad de recreo. Al fin, supe que es una asociación –sin fines de lucro, porque eso es ya tarea cumplida– de los presidentes democráticos de “la derecha” mundial.
Quien se ofrece para mediar en Venezuela con el fin de “reencontrar el clima de paz, estabilidad y prosperidad a que es acreedor el pueblo venezolano”, es nada menos que don Felipe González y Márquez, ex presidente del gobierno de España y ex líder del Partido Socialista Obrero Español.
Felipe González fue uno de los más notorios farsantes de la segunda mitad del siglo XX europeo. Para participar en la vida política española, que se abría tras el fin de la dictadura del general Franco, se vistió de izquierdista y sacó del ámbito de lo prohibido al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Pero no sacó más que el nombre. Iba a desacreditar para siempre al que había sido el partido de Pablo Iglesias y Manuel Azaña.
La Europa democrática había sido insolidaria con la España democrática, la había desconocido para no molestar al fascismo en pie de guerra. En vano: en cuanto finalizó la Guerra Civil española, las tropas alemanas entraron en Francia, y los Heinkel bombardearon Londres.
González le prometió al pueblo español no entrar nunca en el bloque guerrerista que ya era la OTAN. Al ser electo, hizo exactamente lo contrario. Su régimen término en la corrupción y organizando los asesinatos de los GAL: las ejecuciones extrajudiciales contra los militantes de ETA.
Los que pretenden los “futbolistas” del Club de Madrid es “golear” a la Revolución Bolivariana y sacarle una “tarjeta roja” al chavismo, mientras Leopoldo López, Ledezma y los que violan la legalidad en Venezuela y asesinan a más de 40 venezolanos, vayan tranquilamente a las calles de Chacao, para seguir matando, porque mienten los del Club de Madrid: no se trata de presos de conciencia sino de violencia.
El “equipo” madrileño lo preside la letona Vaira-Vike Freiberga, a quienes los Estados Unidos quisieron sin éxito hacer elegir secretaria general de la ONU, en lugar de Ban Ki Moon; el vicepresidente es el boliviano Jorge Quiroga, estrecho colaborador del general Hugo Bánzer, uno de los asesinos del Che. Es, claro, opositor al gobierno de Evo Morales.
Todavía le faltarían al Club (no están entre los firmantes de la carta) dos estelares “delanteros”: José María Aznar y Álvaro Uribe. Vicente Fox, por su parte, podría intentar convencer a Nicolás Maduro en una de esas cenas diplomáticas en las que es especialista, desde aquella antológica invitación: “comes y te vas”.
Nada, que ante el Club de Madrid hay que ser “culé”, y apostárselo todo al BARÇA.
Publicado por Silvio en 10:14 p. m
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