


A Dairon, la mañana de aquel lunes, algo inusual lo levantó más temprano de la cama. El fin de semana había estado en la finca del abuelo y al rozar con una planta comenzó a picarle la piel y a salirle ronchas en varias partes del cuerpo. Su mamá Yamilka sabía bien a dónde acudir y no perdió tiempo.
Son alrededor de las nueve de la mañana y Dairon es el segundo paciente que atiende la doctora Raiza Rodríguez Ríos en el consultorio 17 del policlínico Andrés Ortiz, en el municipio de Guanabacoa, en La Habana. El día está pasado por agua y en el barrio de Santa Fe, justo donde está el consultorio, el cielo se mantiene encapotado y llueve a ratos.
El diagnóstico de Dairon: dermatitis. Así salió de la consulta con su tratamiento, luego de que le hicieran un exhaustivo examen físico y el correspondiente interrogatorio, a él y a su mamá, para descartar cualquier otra cosa.
UN DÍA COMÚN…
Desde el Vedado hasta allí hay que recorrer alrededor de 28 kilómetros, para llegar a un lugar donde el entorno te hace pensar que estás en cualquier parte, menos en La Habana.
Allí trabaja y vive la doctora Raiza hace 15 años, porque encima del consultorio tiene su casa, aunque proviene del municipio de Diez de Octubre.
Ella se levanta normalmente a las seis de la mañana para dejarlo todo listo en casa y llevar a sus hijos al seminternado donde estudian —una niña de diez años y un niño de seis—. Antes de las ocho ya está de regreso, para comenzar a atender a sus pacientes, hasta las cinco de la tarde, o hasta las nueve de la noche, como sucede los jueves, incluyendo el terreno dos veces por semana.
“Pero en verdad se atiende al que lo necesita a la hora que sea porque uno vive aquí, es parte de la comunidad”, explica la doctora.
Cada seis días hace guardia en el policlínico Andrés Ortiz, cuando sin falta cuenta en casa con la ayuda del esposo: “Comienzo a las cuatro de la tarde y no termino hasta las ocho de la mañana del otro día”.
Una jornada intensa, pues se estabiliza al paciente que llega y se envía para otra institución en el caso que sea necesario, comenta, pero de la que se aprende siempre.
Guanabacoa tiene más de 119 000 habitantes que son atendidos en 12 instituciones de salud de ese territorio. También en sus 112 consultorios está al ciento por ciento la cobertura de médicos y enfermeras, como comentara a Granma el doctor Alberto Chacón, subdirector de asistencia médica del municipio.
En el consultorio 17, que atiende a una población de 1 064 habitantes, actualmente la doctora tiene 11 lactantes y ocho embarazadas, pero en otras ocasiones estas cifras han llegado a 60 y 40, respectivamente.
“Yo soy muy majadera con el Programa de Atención Materno Infantil. Me gusta ver a las embarazadas y los menores de un año, más frecuentemente de lo que está establecido”, comenta Raiza con responsabilidad.
En la consulta la acompaña hace dos semanas la enfermera Ana Mirta Rivero, porque su enfermera habitual Mariceli Galano, que lleva también cuatro años trabajando en el consultorio, está operada.
Durante el terreno llegan a una distancia de cuatro kilómetros, hasta fincas como El mamey y El tamarindo… donde se trabaja la tierra, y por el otro lado, cerca les queda Bacuranao.
En la zona lo que más trata son infecciones respiratorias, así como mantiene el seguimiento a pacientes diabéticos e hipertensos, aunque no falta el trabajo preventivo, fundamentalmente en las zonas más complejas sobre temas como el tratamiento adecuado al agua o los riesgos preconcepcionales.
CUANDO LAS VIDAS SE CRUZAN
Yosmel de la Paz, tiene una relación especial, casi familiar con la doctora Raiza. Llega al consultorio para el chequeo de rutina que le corresponde a su Leandro, un bebé de solo dos meses de nacido.
“Ella me atendió el embarazo de Cristian, mi niño de tres años y ahora también sigue todo lo que tiene que ver con el más pequeño”. Yosmel lo dice con palabras, “su relación con la gente es muy buena y ya lleva mucho tiempo con nosotros”, aunque el ambiente que se genera en la consulta, dice más que cualquier frase.
Raiza tiene 17 años de graduada y cada uno de ellos es la prueba de que la solidaridad y el amor hacia los otros son ingredientes obligados en los buenos médicos.
La doctora Raiza es especialista en Medicina General In-tegral: “Me gusta la pediatría también, pero ser médico de familia me permite atender muchas patologías y trabajar en la comunidad. Aquí la población ya me conoce, son muchos años y me gusta trabajar con ellos, son gente buena”, sonríe, mientras se dispone a dejar a Leandro como lo trajeron al mundo, para examinarlo de la cabeza a los pies.
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