La derecha venezolana, auspiciada, financiada y tripulada por Estados Unidos está decidida a derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro. Están en ese empeño desde que Maduro llegó a Miraflores. Pero los trabajos de desestabilización y de aprestos de derrocamiento del gobierno bolivariano se remontan a los primeros meses del mandato presidencial de Hugo Chávez. Recuérdense el golpe de Estado de 2002 que sacó por unos días a Chávez del poder y el boicot petrolero que pretendió asfixiar la economía venezolana y, como fin último, deshacerse de Chávez y del movimiento popular bolivariano.

Hasta ahora, como se ve, todo ha sido inútil. Y esto por varias razones. La primera es que la derecha venezolana no cuenta con las fuerzas armadas. La oligarquía criolla y una parte de las clases medias han buscado y siguen buscando dividir al ejército, pero no lo han logrado. Y mientras sigan así las cosas, el golpe de Estado no tiene perspectivas.