Aunque la desigualdad en la distribución del ingreso de las personas se redujo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), considera que se ralentizó de 2012 a 2015, lo cual atenta contra el desarrollo sostenible.
El estudio también profundiza en las inequidades en el uso del tiempo entre hombres y mujeres, en las asociadas a la condición étnico-racial y las que se evidencian en las distintas etapas del ciclo de la vida.
Bárcena puntualizó que la desigualdad es una característica histórica y estructural de las sociedades de América Latina y el Caribe, que se manifiesta a través de múltiples circuitos viciosos.
‘Avanzar hacia su reducción significativa es uno de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, suscrita por todos los países de la región en 2015. Esta agenda aboga por que nadie se quede atrás’, recalcó.
En torno al caso particular de Venezuela, la titular de la Cepal sostuvo que ese país ‘hizo grandes progresos en la lucha contra las desigualdades, fundamentalmente a través de las transferencias monetarias’.
Sin embargo, Bárcena opinó que Venezuela no dio el paso de diversificar la matriz productiva sujeta al petróleo, un elemento el cual aparentemente frenó un desarrollo más dinámico.
Según el organismo de Naciones Unidas, el coeficiente de Gini para los ingresos personales en 2015 mostró un valor promedio de 0,469 para 17 países de América Latina, un nivel considerado alto.
Si bien el índice disminuyó 1,2 por ciento anual en promedio entre 2008 y 2012, el ritmo de descenso decreció a la mitad entre 2012 y 2015 (0,6 por ciento anual).
RESULTADOS PARAJODICOS
Los resultados observados en el análisis se antojan paradójicos, en gran medida porque las mejoras distributivas recientes no estuvieron necesariamente asociadas a un reparto más equitativo del capital y el trabajo.
Un punto siempre débil, especialmente en la región, donde las asimetrías en el reparto de la riqueza son bastante profundas.
Otro aspecto valorado por la Cepal apunta a la estructura de la propiedad (de activos físicos y financieros) como un factor fundamental de la reproducción de la desigualdad en la región.
Se constata que la distribución de la riqueza es aún más desigual que aquella medida solo por los ingresos corrientes de las personas.
De tal forma, la Cepal insiste en la necesidad de impulsar un cambio estructural progresivo en América Latina y el Caribe, que genere empleos de calidad, mayores niveles de productividad y mejores retribuciones del factor trabajo.
El reporte advirtió además que las mujeres siguen más expuestas en los segmentos de menores ingresos y su tiempo total de labor (equivalente a la suma de horas dedicadas a trabajar) es superior al de los hombres, lo cual limita su autonomía económica.
Las féminas destinan hasta un tercio de su tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, mientras que los hombres solo un 10 por ciento, detalló la Cepal.
Asimismo, se refirió al expediente de la condición étnico-racial como otro factor de desigualdad estructural en América Latina.
En la región viven alrededor de 130 millones de afrodescendientes, aproximadamente 21 por ciento del total de la población.
Con Brasil y Cuba a la cabeza, la población afrodescendiente está en todos los países de América Latina. En 14 de ellos se han creado instituciones y mecanismos gubernamentales de combate al racismo y promoción de la igualdad racial.
Señaló que lo mismo que en el caso de la mujer, los afrodescendientes aparecen más afectados en todos las esferas como consecuencia de las desigualdades de las que son víctimas.
Acerca del gasto social, la Cepal comentó que este alcanzó en 2015 su máximo histórico: 10,5 por ciento del PIB para el gobierno central y 14,5 por ciento del PIB para el sector público.
Pese a lo anterior, los presupuestos de gasto social 2016-2017 registran contracciones en la mayoría de los estados, mientras las estimaciones del PIB son en general de crecimiento moderado.
lam/ft
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