
VILLA CLARA.–El 23 de febrero de 1961, el Gobierno Revolucionario de Cuba creó el Ministerio de Industrias, para lo cual se encomendó al Comandante Ernesto Che Guevara la responsabilidad de dirigir ese organismo, que tendría como objetivo esencial propiciar la agrupación, el reordenamiento y el desarrollo de la exigua rama industrial existente entonces en el país.
En esa tarea, el nuevo ministro empleó novedosos métodos de dirección, que marcaron para siempre a dirigentes y trabajadores del sector. Su preocupación por la superación de cuadros y obreros, además de la aplicación de un riguroso sistema de control y de disciplina, aún se recuerdan.
Fueron cinco años en los que su despacho se transformó en un taller donde se troquelaba la esperanza. En ese lapso resultó frecuente verlo a pie de obra mientras fraguaba la reanudación de la producción del níquel y el cobalto o con su traje de campaña sudoroso, fundando fábricas e industrias por todo el país.
De aquellos tiempos recogimos varios testimonios de trabajadores de Planta Mecánica, la llamada fábrica de fábricas, fundada por el Che el 3 de mayo de 1964.
¿TÚ CREES QUE UN OBRERO SEA CAPAZ DE ENVENENARME?
Arsenio Iglesias García tiene el honor de ser uno de los fundadores de Planta Mecánica, centro al que llegó siendo muy joven, tras el llamado a colaborar en los trabajos que dieron origen a una de las industrias más importantes creadas en aras de impulsar el desarrollo económico del país.
Entre sus tesoros más preciados, Arsenio guarda aquel instante en que el Che entró de manera sorpresiva a su taller y confraternizó con él.
«Estaba concentrado en el martillo de forja creando una tenaza, cuando alguien tocó mi hombro por la parte trasera. Por el ruido tan grande que había en el lugar yo no me percaté, pero mis compañeros hicieron una señal para que mirara; fue entonces que giré la cabeza y vi al Che. Imagínate qué clase de susto. Quedé muy sorprendido. Entonces él me preguntó:
–¿Qué haces?
–Una herramienta para manipular las piezas en el horno, le contesté. Entonces el Che me dice:
–¿Tú crees que puedas forjarla conmigo?, ante cuya interrogante expresé:
–Bueno si usted se atreve.
Tras el breve diálogo, Iglesias García buscó un par de guantes, se los entregó al Ministro y comenzó la fragua conjunta de la tenaza. «Colocó sus manos entre las mías. Te confieso que estaba muy nervioso, porque no era fácil tener a un hombre tan grande junto a ti, pero bueno, al final todo salió bien, aunque con tremendo susto de mi parte», narra Arsenio.
Al concluir, y ante el calor insoportable que había, con temperaturas superiores a los 600 grados centígrados, el Che pregunta al obrero:
–¿Dónde puedo tomar agua?
–Comandante, el agua que tengo es esa que usted ve ahí–, e indica hacia una lata de pera que contenía el líquido.
El joven ministro observó el recipiente y sin dudar un segundo respondió.
–¿Y tú me das un poquito?
En ese preciso instante uno de los escoltas advirtió al Che que no debía hacer eso, recibiendo como réplica:
–Oye, ¿tú crees que un obrero sea capaz de envenenarme?
Entonces todos comenzaron a reír y el Che bebió con la mayor naturalidad del mundo casi toda el agua que había en la lata, rememora Arsenio, quien concluye su relato con una frase elocuente: «Así de sencillo era el Che en todo lo que hacía».
ERA UN HOMBRE QUE NO COMULGABA CON LA MENTIRA
Cincuenta y tres años después de fundar la Fabric Aguilar Noriega, nombre con el que nació la llamada fábrica de fábricas, aún Carlos Pupo Mejías desanda sus talleres con el mismo espíritu de aquellos días iniciales.
Él, que estuvo en el acto inaugural de la fábrica aquel 3 de mayo de 1964, no olvida que aquel día el Che pronunció un discurso histórico, en el que habló de la trascendencia de la entidad para suplir el déficit de piezas de repuesto padecido por la industria azucarera y otras empresas, situación que mantenía en jaque al Gobierno Revolucionario, recuerda Carlos.
Dijo también que era necesario que todos los trabajadores se superaran, porque no era lo mismo manejar una máquina-herramienta vieja, con deficiencias para construir piezas, que manipular maquinaria moderna de absoluta precisión, en muchos casos automatizada, evoca el obrero.
«Al Che lo había visto con anterioridad en la Planta de Níquel de Moa y en la de electrodos de Camagüey, y siempre me pareció una gente muy correcta, atento a lo que decían los trabajadores. Pero eso sí, era muy recto», cuenta el fundador de la importante empresa villaclareña.
Para demostrar la verticalidad del Che en los asuntos de trabajo, Pupo Mejías narra una anécdota muy interesante.
«No había transcurrido un mes de la inauguración de Planta Mecánica, y el Comandante, que no era un ministro de oficinas, volvió a visitar la fábrica de manera sorpresiva. Una vez allí, quiso ir al taller de galvanizado, el cual supuestamente había quedado terminado para el día de la apertura como le habían informado.
Sin embargo, en la práctica no había ocurrido así. Ante el apremio de tiempo, los responsables realizaron un paripé como si las máquinas estuvieran montadas y todo funcionaba normal. Mas, aquel día de la visita, cuando el Che recorrió el lugar se percató de que no todo estaba bien, quedando al descubierto la mentira, ante cuya falta el Comandante se puso muy molesto por la chapucería realizada y la falta de trasparencia de algunos, a quienes reprimió duramente», evoca Pupo Mejías.
CONFIABA INFINITAMENTE EN LOS JÓVENES
Domingo Ibrahím Chinea Ruiz tenía apenas 23 años cuando el Che fundó Planta Mecánica. Allí había llegado gracias a la certera visión del Comandante Guevara de formar de manera anticipada a la fuerza que operaría las modernas maquinarias instaladas en los diferentes talleres.
«El concibió calificar a una masa de jóvenes de diferentes territorios en el politécnico Abel Santamaría, de Santa Clara, centro que visitó en innumerables ocasiones para conocer acerca de la preparación y las preocupaciones de nosotros», asegura Domingo, quien no olvida como iba hasta las aulas y albergues a comprobar de primera mano la marcha del proceso formativo.
Con el lenguaje propio de los trabajadores, Chinea Ruiz califica al Che, con quien se encontró infinidad de veces en la Fabric Aguilar Noriega, como «un tipo bacán, que no estaba en nada, era uno más del colectivo y muy amante de conversar con los obreros y sobre todo con los jóvenes, en quienes confiaba resueltamente».
Al indagar con Domingo Ibrahim acerca de la permanencia en la fábrica del espíritu del Che, levanta la mirada de la máquina que opera en ese momento y señala hacia el joven Yuniel García, quien a sus 18 años ya es un soldador de altura en el taller donde trabaja: «No lo ve, el futuro está garantizado, no tenga duda de eso».
Menciona asimismo, que los sueños del Che se concretan en la manera en que Planta Mecánica ha sabido garantizar las piezas y agregados que necesita la industria azucarera para su reparación y el mantenimiento, entre cuyas producciones destaca la fabricación de coronas, piñones, arandelas, sprockets, martillos, cuchillas y brazos de cuchilla, raspadores, cajas laterales, rodamientos y copling.
Subrayó también la colaboración con programas priorizados, como los de hidroenergía, a través de la reparación de turbinas hidráulicas para las minihidroeléctricas del país, la fundición de ruedas para los carros ferroviarios y la fabricación de estructuras metálicas para importantes empresas de la nación.
«Como ve, a pesar de los avatares de estos años difíciles, Planta Mecánica se ha mantenido, y todo ello porque tuvimos la suerte de contar con un ministro tan visionario como Ernesto Che Guevara», refrenda el fundador de esa importante fábrica.
Fuente: http://www.granma.cu/cuba/2017-06-28/las-luces-del-ministro-de-industrias-28-06-2017-21-06-37
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